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Yelena Isinbayeva, belleza por las nubes

La atleta es una de las leyendas vivas del deporte, dueña de un palmarés increíble y con margen para hacerlo inalcanzable

Yelena Isinbayeva, belleza por las nubes REUTERS

MIGUEL ÁNGEL BARROSO

Yelena Isinbayeva (Volvogrado, Rusia, 1982) es una de las leyendas vivas (y activas) del deporte, dueña de un palmarés increíble y con margen para hacerlo inalcanzable. El dominio de su especialidad, el salto de pértiga, ha sido abrumador en la última década, con ... dos medallas de oro olímpicas (Atenas 2004 y Pekín 2008), dos campeonatos del mundo (más otros tres indoor) y dos Europeos. Casi todos sus éxitos han estado avalados, además, por récords del mundo: se ha batido a sí misma una treintena de veces si sumamos sus marcas al aire libre y en pista cubierta. Ha colocado el listón, por ahora, en los 5,06 metros (ocurrió en el mitin de Zúrich, en agosto de 2009).

Dio la gran sorpresa al quedar eliminada en el Mundial de Berlín de ese mismo año y, en las dos temporadas siguientes, su luz pareció apagarse, pero en febrero de 2012 estableció en Estocolmo una nueva plusmarca bajo techo con un salto de 5,01 metros . Yelena ha vuelto, justo a tiempo, y busca la hazaña de un tercer oro olímpico consecutivo, lo que le pondría al nivel de los más grandes. Siempre con la sonrisa en los labios y la belleza de la reina de la fiesta.

De pequeña, su carrera parecía encaminada a la gimnasia , donde tantas niñas rusas siembran sus esperanzas de gloria a cambio de sacrificio, pero a los catorce años tuvo que abandonarla porque había crecido demasiado . Pasó al atletismo y eligió una especialidad, la pértiga femenina, de una dificultad extrema, que no tuvo reconocimiento olímpico hasta Sidney 2000. Isinbayeva tenía la percha (1,74 metros de altura y 65 kilos de peso) y la técnica para convertirse en la mejor pertiguista de todos los tiempos. Su entrenamiento previo en gimnasia le aportó el equilibrio necesario para el vuelo vertical.

En el Mundial junior celebrado en Annecy (Francia) en 1998 saltó ya cuatro metros. Consiguió su primera medalla (plata) en el Campeonato de Europa celebrado en Múnich en 2002. Un año después, en el Mundial de París, obtuvo el bronce. A partir de ahí subió hasta las nubes para no bajarse hasta la cita berlinesa de 2009. Por el camino, la Federación Internacional de Atletismo la eligió mejor atleta del año en 2004, 2005 y 2008. En 2009 ganó el Premio Príncipe de Asturias de los Deportes. En Oviedo todavía se la recuerda por su calidez y simpatía, y por el espectacular vestido (más propio de la alfombra roja de un festival de cine) que lució en la ceremonia de entrega de los galardones.

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