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El equipo español de natación artística, durante su ejercicio en la final

Marta San Miguel

Enviada especial a París (Francia)

La medalla que cuelga del pecho de las nadadoras españolas tiene el color de los adornos de su traje de baño, aunque a veces, según se vieran los visos que hacía el agua, esos metales fueran en realidad dorados. Tras más de una década de ... sequía, el equipo de natación artística volvió a subirse a un podio en los Juegos de París y se cuelgan una medalla que tiene tanto de premio como de guía para el futuro; porque hay visos, hay huecos y hay riesgos en una disciplina que había pasado de la marejada a puro agua estanca, hasta este miércoles, en París, cuando España ha vuelto a revolverse y a espumar la disciplina en la que fue reina. Y todo, con un equipo que puede crecer de la mano de la entrenadora japonesa Mayuko Fujiki. Ayer, había rebeldía en el agua, había una elegante agresividad como la que avecina el sonido de unos tacones en un espacio cerrado con eco; había herencia y méritos propios al servicio de una rutina acrobática que convenció a los jueces (les dieron 900.7319 puntos) pero sobre todo al pabellón, que por tercer día consecutivo se volcó con las españolas como para sacarlas de la profundidad en la que se habían sumergido demasiado tiempo.

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