Gabrielle Douglas, la gimnasta que cautivó a la historia y al público

No importó que la joven partiera como favorita en la prueba del pasado jueves, ya que, cuando los jueces dictaron sentencia llegaron las lágrimas. Las primeras fueron las de la rusa Viktoria Komova; el dolor por no haber vencido superó a la ilusión por haber logrado la medalla de plata . Sin embargo, otro tipo de llanto surgió en Douglas, el de alegría y la sorpresa, el cual acompañó con una sonrisa que no desapareció en toda la ceremonia de entrega de medallas.

Desde las gradas su madre tampoco pudo contener las lágrimas mientras miraba atentamente como Gabrielle, de la que tuvo que separarse a los 14 años cuando la joven decidió dejar la casa familiar para buscar su sueño, había conseguido alzarse con gran sacrificio hasta la cima de la gimnasia mundial.

La vida de Gabrielle es el claro ejemplo de cómo el esfuerzo, la constancia, y una vida dedicada a un deporte pueden dar sus frutos. Y es que, con tan sólo 3 años , la pequeña ya practicaba la gimnasia en Virginia Beach con su hermana, la que le enseñó a hacer una voltereta lateral recta.

Al parecer, a esa tierna edad descubrió su vocación y siguió practicando hasta que, con apenas 4 veranos, ya presumía de saber hacer una voltereta con una única una mano. Pronto, lo que comenzó como una divertida actividad para una niña, se convirtió en una meta a alcanzar, y con 6 años Gabrielle comenzó a entrenar gimnasia formal en Gymstrada , una escuela para jóvenes interesados en este deporte. Dos años después, siendo aún una niña, ya era campeona estatal en Virginia.

Sin embargo, la vida le demostró que puede ser muy cruel, y a los 14 años le dio a elegir entre las dos cosas que más amaba en su vida: la gimnasia y su familia . Gabrielle tuvo que tomar la difícil decisión de quedarse con sus seres queridos o abandonar el hogar familiar para ejercitarse bajo la tutela del reconocido entrenador chino Liang Chow.

La elección no fue fácil, pero –y a pesar de que en un principio su madre se negó a dejar marchar a la niña– Gabrielle, la más pequeña de sus hermanos, viajó hasta West Des Moines, Iowa. Para la joven tampoco era sencillo, pero resistió el gran sacrificio con llamadas constantes a su madre.

Así, Gabrielle comenzó a entrenar pensando en que, quizás dentro de bastantes años, podría competir al máximo nivel y obtener victorias deportivas cómo las de sus ídolos. Este momento no se hizo esperar demasiado, y el trabajo y los esfuerzos comenzaron a dar sus frutos. «Gabby» hizo su debut con la absoluta en 2011, donde ganó su primer oro por equipos .

El verdadero reto llegó en éstos Juegos Olímpicos, en los que, en un principio, la misma gimnasta se declaraba con falta de confianza ante las pruebas. Su corta edad parecía traicionarla. Pero obtuvo la primera victoria, un oro por equipos, y el imposible desafío de convertirse en la primera deportista de color en obtener el oro en su modalidad empezaba a cobrar forma, aunque sólo levemente.

Se acercaba el día, y aunque las clasificatorias no fueron buenas, Gabrielle consiguió los 62.232 puntos que la convertían en algo más que una campeona, la convertían en parte de la leyenda de los Juegos Olímpicos. Finalmente, la alegría se hizo inconmensurable incluso para el público, que, contagiado por la efusividad de la gimnasta, la aplaudieron durante largo tiempo. Quizás sabían que estaban ante un momento que quedaría plasmado en los libros de historia.