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Tokio 2020

Banderas paritarias, silencio y fuego en el volcán

La ceremonia fue larga como siempre y contenida como nunca, con los deportistas esforzándose por disfrutar de su momento

El estadio olímpico de Tokio, sede principal de los Juegos

Pío García

Las ceremonias de apertura de unos Juegos Olímpicos son a veces bonitas y a veces emocionantes, tienen ratos sorprendentes y ratos anodinos, sirven para aprender geografía y para darse cuenta de lo que ha cambiado el mundo en cuatro años (dense cuenta de que ahora ... Swazilandia es Eswatini, no les digo más), pero también resultan largas, muy largas, desmesuradamente largas, eternas. Cuando no hay público, además, esa sensación se acrecienta porque faltan las ovaciones y los aplausos, incluso las lágrimas. Ni siquiera había muchos jefes de estado en la tribuna, con lo que eso suele dar para cotillear. Estaban, además del emperador, que jugaba en casa, Alberto de Mónaco, que no se pierde una, y la mujer de Biden, que luce menos que Melania Trump pero al menos se mueve.

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