GOLF
Los ingenieros sustituyen a las estrellas: así se diseña un campo de golf
Crece la demanda de técnicos por la alta cotización de los golfistas de renombre
Lecciones de la Ryder Cup para Europa
Madrid
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Iniciar sesiónUn campo de fútbol, una pista de tenis o una cancha de baloncesto son siempre iguales. Podrá variar la superficie, estar a cubierto o al aire libre, pero el deportista se enfrenta siempre a las mismas dimensiones para desarrollar su actividad. Sin embargo, no ocurre ... lo mismo con los campos de golf. Por su propia idiosincrasia se deben amoldar a la finca en la que se levantan y nunca hay dos iguales.
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A lo largo de la historia esta construcción se ha realizado de diversas maneras. Desde los años primigenios en los que se iban colocando las banderas allá donde les venían bien a los jugadores a los que, a finales del siglo XIX, ya iban avalados por los profesionales de los clubes. Y luego, a comienzos del siguiente, con la utilización de maquinaria pesada se empezaron a ejecutar los campos más o menos como los conocemos en la actualidad.
Ya en esa época destacaron los nombres de grandes 'arquitectos de golf', como se les denomina en la nomenclatura anglosajona. Donald Ross y Harry S. Colt fueron los precursores de los Robert Trent Jones, Pete Dye o Tom Fazio que han salpicado de hoyos todo el planeta.
Después llegaron los grandes jugadores que continuaron triunfando con sus firmas a la vez que con sus palos. Así lo hicieron Arnold Palmer, Gary Player, Jack Nicklaus, Greg Norman, Seve Ballesteros, Chema Olazábal o Tiger Woods. Evidentemente, tener el nombre de una gran estrella asociada a un club de golf siempre le da prestigio y es un reclamo para que los amateurs acudan a jugarlo; de hecho, hay auténticos fieles que buscan practicar en los campos de sus ídolos. Sin embargo, últimamente la tendencia es encargar los diseños a empresas sin tanto renombre, que mantienen el nivel de construcción a unos precios más asequibles. «Muchas veces los promotores se dejan cegar por el prestigio de un gran golfista sin tener en cuenta que una cosa es jugar y otra construir un campo. Nosotros somos una familia de ingenieros agrónomos que vemos el diseño con otros ojos desde el principio y los clientes quedan igual de satisfechos», explica Leopoldo Espinosa, que junto a sus dos hermanos dirige Espinosa Golf Design, la empresa creada por su padre.
De las manos de D. Ramón surgieron campos como La Toja, Bonalba, Valdeluz o el Mediterráneo de Sergio García. Y el trabajo no les falta a los especialistas, pues en la última década ha cambiado esa tendencia y «los promotores se están dedicando más a buscar diseños prácticos y jugables que a optar por grandes firmas que luego utilizan como estrategia de ventas», aporta Marco Martín, director de Sterling & Martin. Con la experiencia que le dan sus 44 campos diseñados, apunta que «hasta 2010 se buscaban retos para el golfista a través de dificultarles las cosas, pero ahora ya no es así. Lo que se pretende es que tengan buenas experiencias y que acaben con ganas de repetir».
Un mercado que remonta
En el mundo existen unos 36.000 campos de golf (más de 300 en España), unas cifras difíciles de precisar dado que entre las crisis económicas y la pandemia muchos se vieron obligados a cerrar o a reconvertirse. Y el ritmo de apertura de nuevas instalaciones no iguala el de antaño. Pese a que Martín inaugura un club cada año y medio, lo habitual en estos momentos es centrarse más «en las reformas o actualizaciones de los ya existentes, que se van quedando obsoletos. Siempre hay que retocar los 'bunkers', los riegos o mejorar el impacto ambiental, que es lo más demandado», incide Leopoldo. De hecho, en EE. UU. se remodelan 500 campos cada año.
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Un problema añadido para cualquier empresa dedicada a levantar estos proyectos son los plazos administrativos que hay que soportar dependiendo de las distintas comunidades autónomas, que alargan los tiempos de ejecución de los proyectos una media de seis años. Esto hace que España también exporte diseñadores al extranjero. «Ahora mismo el 40 % de nuestro trabajo lo realizamos aquí y el 60 % fuera, pues hay países emergentes como Rumanía, Paraguay o Bolivia que están muy interesados en este deporte», comenta Marco.
De cara a los tiempos que corren, los costes se han ajustado al máximo y quienes quieren afrontar el reto de disponer de un nuevo club de golf saben que hay varios factores a tener en cuenta. Por eso no se puede hablar de lo que cuesta un campo de una manera genérica, ya que, según Martín, «no es lo mismo realizar únicamente el dibujo que luego acometer las traídas de aguas, las instalaciones deportivas adyacentes, el vallado, la depuradora o la propia casa club. Una cosa es el verde y otra todo lo que lo acompaña. Si nos ceñimos sólo a la zona de juego de un recorrido común (18 hoyos, par 72 y 6.100 metros en una finca de 60 hectáreas), el promedio ronda entre los 5 y 8 millones de euros. Si le sumas todo lo que le quieras acompañar, la cifra puede subir hasta los 30 millones».
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