Todo irá bien
¡Esto no puede ser!
Es lo que Laporta gritaba a sus colaboradores tras el desplome en Montilivi. Evidentemente, no puede ser. Pero que lo diga él es el colmo de la desfachatez
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Iniciar sesión¡Esto no puede ser ! gritaba Laporta a sus colaboradores Deco, Yuste, Masip y Echevarría tras el desplome en Montilivi. ¿Cómo que no puede ser? Es lo único que puede ser con fichajes decididos por comisionistas, la famosa estructura familiar del club, en manos de ... una banda de espabilados. No hace ni dos años, el directivo Xavi Puig vivía de alquiler y hoy lleva un Rólex Daytona. Es sólo una anécdota, sin duda. Pero una anécdota reveladora.
Cuando Laporta avaló la continuidad de Xavi «para dar estabilidad al proyecto» sabía que lo de Girona era lo único que podía pasar. No fue mala suerte. No fue un momento de extravío. No fueron errores puntuales contra la construcción colectiva. Fueron un equipo y un club cayendo a peso como han caído durante toda la temporada aunque con la carambola de algunos resultados se haya podido, en algunos momentos, disimular. Pero esto es lo único que puede ser con un entrenador y un presidente que no son más que dos pillos que se necesitan para continuar en sus respectivos cargos. No se quieren, se desprecian, pero están cosidos a una misma farsa porque no tienen ni talento ni dinero para pagarse otra. El Barça está siendo parasitado por Xavi y Laporta, que no tienen ninguna idea distinta de las que han conducido al naufragio pero que se aferran al animal herido porque podría ser el último del que puedan chupar. ¿Quién les querría ahora con el ridículo tan aparatoso y visible que están haciendo?
Laporta conoce además al socio del Barça y sabe que está anestesiado y sin alternativa. La catastrófica temporada que el presidente se ha podido permitir sin ninguna presión en la grada -en el Camp Nou habría sido otra historia-, sin opositores que hagan nada más que organizar merendolas y darse la razón entre ellos, y la prensa deportiva catalana en modo felpudo, le permitirán continuar haciendo exactamente lo mismo, aprovechando lo que venga de bueno (que cada vez será menos) para subir la moral de la tropa, y culpando a los árbitros o a España de lo malo que le caiga encima por la inevitable degradación.
El barcelonismo hoy no existe ni se sabe cuándo volverá. En Montjuic el público son turistas que hacen la ola cuando el equipo pierde o empata. Laporta sabe que no hay nadie al otro lado y se siente impune porque los socios confían en su forofismo y muchos ven todavía en él al que durante su primera presidencia supo crear el proyecto ilusionante y campeón de Rijkaard y luego el fútbol de todos los tiempos de Xavi, Iniesta, Busquets y Messi, liderados por Pep. Laporta vive aún de aquella euforia que como una venda negra ciega a sus partidarios que se niegan a ver y asumir lo que su héroe hace en la actualidad.
Esto es lo único que puede ser y lo único que será mientras el Barça esté secuestrado por un presidente que no se irá hasta que no se beneficie de la venta del club. Lo visto el sábado es lo que hemos visto durante toda la temporada, aunque durante algunas fases nos hayamos querido engañar. Que algunos jóvenes prometan no significa que haya un equipo ni mucho menos un proyecto sobre el que construir. Se ha intentado y han fallado hasta los más elementales fundamentos. No ha sido mala suerte, ha sido material defectuoso tanto en el terreno de juego como en el banquillo y el palco. No funciona este invento. No funciona y es normal que no funcione porque está mal hecho y por personas que no tenían ninguna intención de hacerlo bien sino de hacer lo que hiciera falta para llevarse la mejor tajada. Esta es la realidad de Lewandowski. Esta es la realidad de Víctor Roque. Esta es la realidad de Marcos Alonso. Esta es la realidad de tantos otros fichajes decididos por Jorge Mendes, André Cury, Deco, el hijo de Laporta o su cuñado Alejandro Echevarría.
Esto es el Barça de Laporta. Evidentemente, no puede ser. Pero que lo diga Laporta es el colmo de la desfachatez.
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