Todo irá bien
Se va Piqué, el genio mezquino
«Se va uno de los grandes, pero por la puerta de atrás, porque la persona nunca supo estar a la altura del futbolista»
Gerard Piqué anuncia su retirada
La ley antipiqué
Piqué, en el banquillo del Barcelona
Imposible escribir sobre la marcha de Gerard Piqué sin decir que fue el mejor central de Europa, e imposible olvidar que ha sido uno de los principales causantes de la ruina económica del Barça y de que el club esté condenado a convertirse en ... una sociedad anónima. Imposible no reconocerle sus méritos deportivos, tanto en el Barcelona como en España, e imposible no reprocharle su falta de escrúpulos como saqueador consciente tanto de su club de toda la vida como de la Federación Española de Fútbol. Es verdad que él solo no podría haber hecho todo el daño que ha hecho, y que algunos se lo han permitido. Dos nombres inequívocos: Josep Maria Bartomeu y Luis Rubiales. No valen excusas.
Piqué comunicó la noche del miércoles la decisión a sus compañeros en una cena en el restaurante Can Ferran de Sant Quirze del Vallès. Lo que algunos periódicos deportivos catalanes vendieron como una cena de conjura para afrontar los partidos contra Osasuna y Almería previos al Mundial de Qatar, organizada por el técnico del equipo, Xavi Hernández, fue en realidad un encuentro organizado por Busquets y Alba, entre otros, a petición del exmarido de Shakira.
Del mismo modo que hay que subrayar el mérito de su talento y su esfuerzo, a Piqué hay que echarle en cara que siendo hijo de buena familia haya sido tan desconsiderado, tan egoísta y tan mezquino. Si somos piadosos al que roba por hambre, tenemos que ser implacables al que lo hace por vanidad y soberbia. Siempre ha sido más inteligente de lo que cabe esperar de un futbolista, pero mucho menos de lo que él ha creído. Los que le han visto negociar como empresario destacan que sus argumentos son muchas veces mejores y más imaginativos que los de sus socios capitalistas o de los buenos abogados a los que contrata; y los que le hemos visto comportarse como un niñato en los restaurantes, poniendo los pies encima de las sillas, abusar de un presidente tan débil como Josep Maria Bartomeu, o traicionar a sus compañeros de vestuario, sabemos que su material humano es manifiestamente defectuoso y no le hacía ninguna falta.
Piqué ha hecho bien en dejarlo pero le han sobrado algunos años, en los que se ha dedicado mucho más a sus negocios que a competir en condiciones. Puyol fue más honesto y renunció cuando aún rendía pero él consideró que no estaba al nivel que el Barça exigía. Piqué ha arrastrado al equipo y al club en su agonía. El club le ha pagado muy bien sus buenos servicios y él ha correspondido con muy poca gratitud y una deslealtad impropia -y claramente contradictoria- en alguien que tanto dice amar al Barça y a Cataluña. Un presidente como Florentino Pérez no habría permitido semejante atraco. No se lo permitió a Cristiano, no se lo permitió a Sergio Ramos. Su última genialidad fue vender a Casemiro por 80 millones, ¡y de libras!.
Cuando el tiempo pase, primará lo bueno sobre lo malo, y de Gerard Piqué Bernabéu (Barcelona, 1987) quedarán los vídeos de sus grandes partidos y su impresionante palmarés. Pero en la hora de su despedida, amarga porque él así lo ha provocado, hay que tenerle en cuenta su falta de profesionalidad y de generosidad en los últimos años, tanto en el terreno público como en el privado.
Se va uno de los grandes, pero por la puerta de atrás, porque la persona nunca supo estar a la altura del futbolista.