Todo irá bien
La oposición a Laporta está de vacaciones
La velocidad a la que el presidente está demoliendo lo poco que queda en pie del Barça es tan escandalosa como la lentitud de los que se supone que quieren hacer algo por salvar el club
Deco, Mendes, Flick y el adiós de Gündogan
Joan Laporta, presidente del Barcelona
Joan Laporta está desmantelando lo que queda del Barça con la cómplice pasividad de su teórica oposición, que está de vacaciones. De vacaciones, tal cual. Como si no pasara nada. Como si nada fuera urgente. Como si todavía fuéramos jóvenes y tuviéramos toda la vida ... por delante. La destrucción del Barcelona, como el proceso independentista, han sido posibles por la indiferencia y la dejadez de la burguesía catalana, que ya no siente que tenga nada que proteger y sólo se preocupa de sus cuidados.
Con unos empresarios claros, responsables y en tensión con la sociedad a la que tienen el deber de representar, Laporta no podría estar llevando el club más importante de Cataluña al colapso para venderlo a un árabe cuando con la finalización del nuevo Camp Nou, un gasto imprevisto e inasumible, haga imprescindible que un inversor ponga su dinero a cambio de la propiedad -total o no, ya veremos- del club.
La teórica oposición a esta demolición está de vacaciones. Durante el pasado curso se limitó a reunirse en cómicas merendolas diciendo vaguedades que no importaban a nadie. No hay ninguna candidatura que se esté forjando, ningún candidato decidido, ni por supuesto ninguna moción de censura en marcha. Salvo mis artículos -y no está bien que lo diga yo, pero es lo que hay- nadie denuncia las mentiras y las trampas de Laporta ni de sus comisionistas. Los que tanto dicen querer al Barça se ponen de perfil cuando les toca implicarse. Quedan entre ellos para darse la razón y luego se van por donde llegaron sin ser conscientes de que lo más probable es que las últimas elecciones a la presidencia del club fueron las anteriores y que, si no hacen nada por evitarlo, lo más parecido que pronto podrán hacer a tomar las riendas será besar el anillo de su nuevo propietario.
No se le puede reprochar a Laporta que no haya sido obvio en sus pretensiones desde que tomó la presidencia por segunda vez. Está yendo a cara descubierta desde el primer momento. De frente y sin ascos, con sus comisionistas, sus viajes y sus operaciones delirantes, tanto las llamadas palancas como fichajes que no hace falta ser un investigador privado para darse cuenta de que nada tuvieron que ver con lo deportivo. Todo el mundo lo ve, todo el mundo lo comenta en voz baja. Desde su regreso al Barça, hace tres años, ha fichado a 26 jugadores y 20 de ellos ya han salido y los beneficiados han sido siempre sus mismos amigos. El gran perjudicado, el Barça. Hasta su aspecto físico es una prueba de para qué le sirve el club: para sus atracones personales, con el hambre atrasada que traía de sus años de miseria entre los dos mandatos y en que estuvo mucho más delgado.
Y entonces, ¿dónde están los empresarios catalanes, socios del Barça, que se llaman a sí mismos burguesía pero que son incapaces de dar la cara por nada ni por nadie? ¿Dónde están los líderes de una sociedad tan quejica y victimista cuando es hora de arriesgarse por lo que se supone que tanto aman? ¿Dónde están las instituciones catalanas? No se os ve por ninguna parte. Algunos hacen ver que están, pero sólo se quedan en el piscolabis.
La velocidad a la que Laporta está demoliendo lo poco que queda en pie del Barça es tan escandalosa como la lentitud de los que se supone que quieren hacer algo. Si Laporta quisiera inventarse una oposición fake para burlarse de ella, no se le ocurriría una mejor que la que en realidad tiene.
Un nuevo curso ha empezado con fichajes innecesarios como el de Dani Olmo, y una vez más el club ha gastado un dinero que no tiene. Las prisas por vender a Gündogan tienen que ver con que su mánager no es ninguno de los comisionistas de Laporta y con la improvisación deportiva más absoluta. ¿El año pasado valía y ahora nos sobra? ¿Cuál es el criterio? El negocio del cátering del nuevo estadio, otra 'palanca' malvendida para que pueda Laporta fundirse más dinero y desplumar al Barça de sus futuros ingresos. ¿Quién lo denuncia? ¿Quién tiene una mejor idea para el club? ¿Quién cree que puede liderarlo? ¿Hay alguien? Es que quizá no hay nadie.
Si el silencio continúa siendo la respuesta a todas estas preguntas, o por lo menos a las más importantes, al Barça le queda año y medio -máximo dos- en la forma que hoy lo conocemos. Es decir, si nadie echa a Laporta, dentro de este período de tiempo el Barça dejará de ser de sus socios sin que se requieran unas elecciones o un referendo para que la decisión sea tomada. Sólo hará falta un árabe, que ya tenemos casi seleccionado, una inversión de entre 1.000 y 2.000 millones que para él serán migajas, y un baile de comisiones que será exactamente la clase de escarnio que merecen unos socios ciegos, mudos y sordos que no se han cansado ni un solo instante de aplaudir a quien les engaña ni de hacer ver que no ven que les están desvalijando.
Las vacaciones están bien cuando te conviene lo que pasa. Tal vez el que se está equivocando sea yo y a los socios del Barça y a los empresarios catalanes les conviene que sea exactamente esto lo que pase. Entonces con mis más sinceros disculpas les mando los mejores deseos para que acaben de pasar un feliz verano.