Todo irá bien
Messi no quiere al Barça y el Madrid descarta a Mbappé
La familia del argentino no confía en Laporta y el club blanco, desde que fracasó las última negociación, no se ha vuelto a plantear el fichaje del astro francés
PSG, el enésimo fracaso europeo de un club sin alma
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Iniciar sesiónMessi no volverá a jugar nunca en el Barcelona. Se va a celebrar su homenaje en algún momento y puede ser que en el futuro el jugador y el club recuperen la relación que se rompió cuando Laporta no pudo cumplir la promesa de ... renovarle porque sus avaladores le prohibieron aceptar firmar el ruinoso crédito de CVC que le había tratado de endosarle Javier Tebas. Pero son eventualidades que nada tienen que ver con que haya posibilidad de que Messi vuelva a jugar en el primer equipo del Barça. Si en los últimos días han aflorado los rumores de una posible reconciliación es porque Messi ha de renovar su contrato con el PSG a finales de junio y quiere ponerse en valor haciendo ver que escucha distintas ofertas, y porque a Laporta le interesa dejarse utilizar por el argentino para alimentar en los barcelonistas el sueño imposible del regreso de su estrella.
La familia Messi no confía en Joan Laporta. El resentimiento contra el presidente es el primer y más insalvable obstáculo para la reconciliación, incluso por delante de la absoluta incapacidad económica para asumir las pretensiones económicas del jugador.
El Madrid, a pesar de tener una economía mucho más saneada, es perfectamente consciente de sus limitaciones y desde que fracasaron las últimas negociaciones no se ha vuelto a plantear el fichaje de Mbappé. El club blanco ha asumido que ya no puede basar su estrategia en la contratación de grandes productos terminados -lo que en su tiempo se conoció como galácticos- y que tiene que acudir antes a la cadena de valor, asumiendo el riesgo de que algunos jugadores no acaben de fructificar pero tratando de equivocarse poco. El Madrid entiende que tiene a jugadores que si ahora tuviera que ir al mercado a comprarlos, no podría pagarlos, y ello inspira el criterio que va a fijar su política de fichajes en los próximos años.
No son las únicas ramificaciones que ha tenido la eliminación europea del PSG. El fracaso no es sólo de una temporada sino de un modelo de equipo y de club, e incluso de competición. Un poder económico descontrolado priva de las estrellas a los clubes que se toman en serio el fútbol y restan emoción y calidad a la competición.
Además, el compadreo entre el presidente del PSG, Nasser Al-Khelaifi, y el de la UEFA, Aleksander Ceferin, ha comportado decisiones arbitrarias como la elección de Saint-Denis para celebrar la final de la Champions del año pasado. Creyendo que el PSG iba a eliminar al Real Madrid porque le había ganado en la ida. Para congraciarse con Al-Khelaifi, a Ceferin no le importó el riesgo en que ponía a miles de personas eligiendo la sede de París, sabiendo que el estadio no estaba en condiciones y que la Policía no controlaba la zona, tal como severamente le advirtió la alcaldesa de la ciudad, Anne Hidalgo.
Con la enésima debacle del PSG, queda también en evidencia el modelo bajo sospecha de la UEFA por ser el gran caballo de Troya de Qatar en el fútbol mundial. Por oposición, la Superliga busca unir a los clubes que aún se toman en serio el fútbol para optimizar sus recursos y aprovecharlos para sustentar una competición transparente, vibrante, equilibrada, en que cada partido sea importante, y que con los ingresos por derechos televisivos que sólo pueden generar los mejores -y que por lo tanto es justo que se repartan entre ellos- se pueda permitir contratar a los mejores jugadores, y que quede a protegida de otros negocios e intereses que nada tienen que ver con el fútbol.
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