Todo irá bien
El Madrid entierra al Barça sin hacer sangre
El equipo azulgrana intentó demostrar que era más de lo que es y los blancos le dejaron claro lo que hay

Partido difícil para el Barcelona. Difícil de gestionar. Si celebraba excesivamente una victoria podía parecer provinciano y si el Madrid le pasaba por encima podía quedar completamente destrozado. Muchas maneras de perder y muy pocas de ganar y aunque recortara distancias en la Liga ... todo el mundo ha interiorizado que el torneo de los mayores es la Champions y lo demás son propinas cantonales. El Barça regresaba al espacio mental de justificar las temporadas por la épica hipertrofiada de los partidos contra el Madrid.
El gol de Christensen puso la noche de cara y a los jugadores se les veía con ganas de superar el pasado aunque la suerte estuviera echada. Son esos ejercicios de superación personal y colectiva sin duda necesarios para quienes los realizan pero a los que desde fuera cuesta asistir sin un punto de compasión, pero hay que reconocer que resulta desalentador jugar contra un equipo que sabes que su naturaleza aplastante es ganar. Cuesta mantener la fe, el propósito y al Barça se le notaba no exactamente miedoso pero sí consciente de un destino trágico cada vez que en Madrid atacaba. Lamine Yamal era la única luz visitante. Notable estreno en el Bernabéu del canterano.
Cancelo una vez más fue un Santa Claus para el contrario y su mala decisión estuvo relacionada con el penalti del empate. El exceso de gesticulación de Xavi, reclamando piscina, daba una idea de lo lejos que está este chico de estar preparado para entrenar a un equipo importante. Sobre la media hora La Liga como espectáculo quedó en evidencia con su falta de tecnología sobre la comprobación de si un balón ha entrado y el apabullante taconazo de Lamine Yamal no subió al marcador sin que nadie pudiera estar seguro de si era totalmente acertada la decisión.
El partido se confesaba a sí mismo la falta de trascendencia real y los jugadores iban a por los balones pero sin los alardes de cuando cada Clásico era un fin del mundo. Christensen amplió la sección de regalos del Barça pero Vinícius no supo desenvolver el paquete ni el empate. Fue triste ver cómo el mundo le caía encima a De Jong cuando volvió a lesionarse el tobillo malo.
Camavinga sufría mucho con Lamine Yamal y las sustituciones de De Jong y Christensen cambiaron sustancialmente el dibujo del Barça con Gundogan y Pedri en la base del cuadrado. Pero la tensión seguía sin aparecer y parecía un partido de cualquiera de los dos equipos contra el Mallorca o el Getafe. Había más cansancio -moral en el Barça y físico en el Madrid- que la rivalidad de cuando una victoria es algo más que un trámite. La noche caía plácida sobre un fútbol que sin ser del todo aburrido tampoco era emocionante. Se iba instalando la idea de que poco a poco las cosas caerían por su propio peso sin que a nadie le supusiera un especial drama.
MÁS INFORMACIÓN
Los aspavientos de Xavi, muy exagerados, no guardaban proporción con lo moderadamente que a todo el mundo parecía importarle el resultado. La entrada de Ferran Torres y Joao Félix dio velocidad al ataque pero fue Fermín quien marcó el segundo. Pero poco duró la alegría y para que nadie se olvide de que no sirve para un equipo serio, Cancelo volvió a equivocarse estrepitosamente y sirvió en bandeja el empate.
El Barça intentó demostrar que era más de lo que es y el Madrid le dejó claro lo que hay, aunque más porque pasaba por allí que por ganas de hacer daño. De hecho, tuvo la cortesía de fallar casi todas sus ocasiones y enterró con un gol postrero de Bellingham y sin hacer sangre la temporada 23-24 del Barça.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete