Laporta podría quedarse sin ningún Cruyff

Jordi no necesita robar, pero si cobrar mucho dinero por hacer su trabajo para mantener su alto tren de vida y el de su familia. Las prioridades de Laporta, aunque el objetivo pueda ser el mismo, son distintas. Laporta quiere todo el poder, toda la obediencia y que haya pocos en el reparto del pastel. Jordi quiere construir un equipo desde abajo, fichar jugadores de talento desconocido y convertirlos en grandes estrellas sea su legado. Por supuesto quiere su parte del botín, pero siempre dentro de la más estricta legalidad.

Laporta está en el business y el romanticismo del fútbol es algo que ha quedado atrás en su vida. Laporta siente que aprovecha su tiempo cuando negocia con Limak, con Zahavi, con el socio de su hijo en la empresa de representación de jugadores, y por supuesto con Jorge Mendes. Para sustituir a Cruyff y a Alemany de un solo tiro tiene a Deco, íntimo amigo de Alejandro Echevarría, su excuñado.

Cuando Laporta se separó de su exesposa Constanza Echevarría, riñó de un modo que parecía irrecuperable con su gran amigo y hasta aquel momento cuñado. No era la primera grieta que se abría entre ambos. Años atrás, Laporta lo había apartado del club por pertenecer Echevarría a la Fundación Francisco Franco. Es curioso que la libertad de expresión y de pensamiento que tantas veces reclama Laporta en sus alocuciones y en las pancartas que fomenta en el Camp Nou, no se la concediera a su amigo Echevarría por pensar distinto.

Con el tiempo, Laporta y Alejandro volvieron a ser amigos. Echevarría tiene un gran ascendiente en el vestuario y es un padre un conseguidor para los jugadores. Con afecto sincero, se desvive por ellos. No es una relación interesada ni cínica, sino la de alguien que entiende bien el carácter a menudo infantil de los deportistas de élite y sabe conducirlos por el buen camino.

En asociación con Deco, también íntimo amigo tanto de Laporta, cerraron la contratación de Raphinha, y digamos que el presidente se sintió «cómodo» con aquella operación y el modo en que le había llevado a cabo. Es el tipo de manejo que prefiere, porque lo controla, y le causan en cambio las pretensiones deportivas de Cruyff toda clase de disgustos, y más que quiera traer a Antonio Cordón, una persona sin duda más dúctil que Mateu Alemany, pero a la que Jan no conoce ni tiene por lo tanto la suficiente confianza que sí tiene con Deco para hablarle cara a cara y descarnadamente de los asuntos.

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Aún así, precisamente Jordi Cruyff es el único escrúpulo que podría tener o mantener Laporta, el único que le está haciendo dudar y no es seguro que lo acabe llevando por delante. Sólo en este caso concreto, por la gran veneración que sentía y siente por su padre, podría ceder en su rodillo y plantearse renunciar a una parte de la tajada para que Jordi se sienta cómodo y no se vaya.

Si finalmente no hay acuerdo, Cruyff sabe que no sólo para Laporta su apellido tiene mucha tirada, y en caso de que no le surgiera una oferta cercana -lo que él preferiría, para poder cuidar de su madre- sabe que en Israel será siempre bien recibido. En el Maccabi de Tel Aviv guardan un excelente recuerdo de cuando fue un director deportivo.