Análisis
Laporta, entre la Liga y que salte todo por los aires
«El presidente , que se presentó a las elecciones como el único que podía retener a Messi, es hoy el principal obstáculo para su regreso»
Laporta muestra la vía para convertir al Barça en una sociedad anónima
Un mar absurdo
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Iniciar sesiónLaporta se lo juega todo a la Liga. No quiere a Xavi pero cree que por el momento no tiene otra que aguantarlo; desea a Pep —Open Arms pero puño cerrado— aunque sabe que no puede pagarlo, y ansía el retorno de Messi ... —y especula con que podría llegar a producirse— cuando la realidad es que el campeón del mundo está muy enfadado con él, no le devuelve las llamadas y si bien es cierto que tiene pensado volver un día al Barça no va a hacerlo mientras quien considera que le engañó no deje la presidencia. Laporta, que se presentó a las elecciones como el único que podía retener a Messi, es hoy el principal obstáculo para su regreso.
Su otra gran apuesta, relacionada con Messi y su ofensa, es la Superliga. Alineado con Florentino y enfrentado a Tebas, confía en que el Tribunal de Justicia Europea confirme que la UEFA es un monopolio y la nueva competición dote al club de mayores ingresos para gastarlos en fichajes más acertados que los que de momento lleva en su segunda etapa como presidente. Esta falta de ingresos es la que le llevó a improvisar de escondidas con Tebas y el fondo CVC hasta que que Florentino se enteró del trapicheo y José Ángel Sánchez —CEO del Real Madrid— le hizo ver al entonces CEO del Barça, Ferran Reverter, que lo que su presidente estaba a dos días de firmar —materialmente dos— era un auténtico disparate. Así fue cómo de un día para otro se frustró la renovación de Messi, con el que Laporta nunca negoció, ni le pidió que rebajara la cantidad, ni que difiriera su contrato, porque estaba tan seguro de su «arma secreta» que cuando su principal avalista, José Elías, la descubrió y vio que no era más que un insensato, temerario y abusivo aumento de la deuda para un club en quiebra técnica, se quedó sin margen para reaccionar y dejó a Messi tirado, algo que este jamás va a perdonarle.
Xavi —si no cae en el estrépito, como Koeman— tendrá la oportunidad de demostrar si sirve para algo hasta final de temporada, y a pesar de que no cuenta ni con la confianza ni con la simpatía de Laporta, el presidente ve su devenir muy cosido a la consecución de esta Liga y admite que una nueva decepción «lo puede hacer saltar todo por los aires». Entre los deberes del mandatario está también calmar la ansiedad y adelgazar por lo menos 30 kilos, porque sus actuales condiciones físicas representan, más allá de la comodidad y la estética, una preocupante amenaza para su salud.
Un Laporta solo —sin los asesores que tuvo en su primera etapa, del peso de Johan Cruyff, Txiki Beguiristain, Pep Guardiola o Ferran Soriano— está entre la espada y la pañolada. Sin nada de lo que quiere y a disgusto con lo que tiene, le apremia más la necesidad que lo que guarda de confianza en que el equipo le funcione. Su tradicional optimismo se empieza a confundir con un nerviosismo compulsivo, y cuando ríe ya no sabes si es una sonrisa o una mueca; lo mismo que come mucho y de golpe y sin ningún hambre.
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