Todo irá bien

Lamine Yamal, entre gánsteres y enanos

«El Barça ha hecho una apuesta por el jugador sabiendo lo que había y ya se sabe que las apuestas tienen el riesgo de que no siempre salen como esperas»

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Lamine Yamal, entre dos amigos Instagram

Contratar enanitos para una fiesta es vetusto, casposo, de otros tiempos. Nunca entendí por qué se hacía, ni cuál era su aportación, pero en según qué tipo de celebraciones -despedidas de soltero, espectáculos en el ruedo, o por diversión simplemente- lo típico es que hubiera.

Lamine Yamal contrató a algunas para su reciente puesta de largo y la ADDE, la asociación que defiende a las personas con enanismo, ha anunciado que va a denunciarlo social y judicialmente. La fiesta fue en general un despropósito: cutre, inspirada en la temática de los gángsters, decoraciones con pistolas, fichas de casino, billetes de dólar enrollados como los que se usan para esnifar; no fue un buen presagio de una estrella a la deriva, de un chico con un talento maravilloso al que nadie parece ser capaz de cuadrar en la realidad. El padre no ayuda, la abuela es la matriarca pero no tiene fuerza para contener los impulsos de un adolescente súper famoso, súper perdido y que acaba de firmar su primer contrato millonario. Luego el fútbol va como va, y las personas somos imprevisibles ante los grandes desafíos, y puede que Lamine Yamal tome de repente conciencia de su carrera y decida comportarse de otra manera. Pero hasta la fecha todo parece indicar que va camino de ser una estrella fugaz, destellos de luz dispersos, siempre prometedores pero que nunca llegan a cristalizar.

Hay una idea, sin embargo, que subyace y que lo mismo vale para el futbolista que para los enanitos: ambos tienen derecho a orientar su carrera como quieran, son libres de hacer lo que les parezca mejor para sus vidas y sus intereses. Si Lamine Yamal quiere quemar su talento, administrarlo de una manera frívola o poco consistente, es su problema y es su carrera. Puede quejarse el Barça de bajo rendimiento, pero el club ha hecho una apuesta sabiendo lo que había y ya se sabe que las apuestas tienen el riesgo de que no siempre salen como esperas. Del mismo modo, los enanitos han de poder aceptar los contratos que mejor les parezca, y como adultos han de ser ellos individualmente, y no una asociación, quienes delimiten qué es su dignidad y qué desprecia; por no mencionar el hecho de que denigrar su participación en este tipo de fiestas es cortarles la vía de financiación más obvia que tienen. A fin de cuentas, los altos juegan a baloncesto.

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