Todo irá bien
El Madrid hace un favor al Barça
Si en el barcelonismo quedara alguna inteligencia, el escozor por la derrota sería un revulsivo para asumir de una vez por todas que Xavi no sirve
Lo importante es entender que el Madrid le hizo este domingo un gran favor al Barça. Durante los diez primeros minutos le puso de tal modo ante el espejo de sus limitaciones que obligó a una afición infantil y fanatizada a asomarse al abismo de ... su miseria. Los que hacían ver que no veían los excesos de Laporta, la mediocridad del equipo y la ruina del club no pudieron apartar la vista de la apisonadora blanca. En los equipos desesperados, estos partidos si salen bien pueden servir para falsamente salvar una temporada y perpetuar la crisis como lo hacen las tiranías que compran graneros de votos con subsidios y favores. Si salen mal, como fue el caso, pueden precipitan los cambios que se necesitan para volver a la luz.
Si en el barcelonismo quedara alguna inteligencia, el escozor por la derrota sería un revulsivo para asumir de una vez por todas que Xavi no sirve, que no se puede tener un proyecto deportivo creíble y sólido cuando los que deciden los fichajes son los amigos comisionistas del presidente, y que el tal presidente está deliberadamente llevando al club hacia el colapso para venderlo al mejor postor.
Las imágenes de Laporta de estos días en Riad, haciendo el ridículo en un estado deplorable, contrastan claramente con la quiebra deportiva, institucional y económica en la que está sumido el Barça. La burla a socios y aficionados sólo puede aceptarse desde la total destrucción moral que caracteriza a los que se han creído tanto que son más que un club que nunca se han sentido en la necesidad de demostrarlo.
Precisamente por ello, la extrema gravedad del momento azulgrana no puede achacarse enteramente al presidente, porque la desfachatez en su desvarío es tan notoria que si los aficionados no sólo no la han censurado, sino que mayoritariamente la celebran como demostración de personalidad y carácter, merecen las lógicas desgracias que un razonamiento tan penoso conlleva. Que un Madrid a medio gas, que sólo apretó el acelerador cuando lo necesitó y se limitó a hacer lo simple bien hecho, aplastara al Barça del modo en el que lo hizo anoche no puede interpretarse como una derrota en una aciaga noche alcoránica sino como el fracaso colectivo de un club en el que cada uno actúa por su cuenta para defender sus intereses particulares y su parcela de poder y nadie siente deseo de superación ni mucho menos está dispuesto al menor sacrificio por materializarlo.
El Madrid no tuvo en ningún momento la necesidad de comerse al rival y dio la sensación de que si necesitaba 5 goles podía marcar 6; justo lo contrario de un Barça que se arrastró sin alma, sumiso, indigno hacia el fondo de su noche, incapaz de convertir sus posesiones planas en algo que pudiera tener ni que sólo fuera un aire de peligro. La defensa parecía salida de una pachanga de veteranos.
A pesar del escarnio nada cambiará a corto plazo en un club en el que apelar al orgullo y al amor propio sólo sirve para que el eco de tu voz resuene en la nada.