La desgracia de una gloria

La deuda, la masa social excesiva, las inciertas obras turcas del Camp Nou, las ramificaciones que aún puede tener el caso Negreira, la cuerda floja en la que tiembla Xavi y la falta de cualquier proyecto deportivo a medio o largo plazo hacen del Barcelona un club que depende angustiosamente del salto de mata. El colapso económico es una nube que en cualquier momento puede descargar sobre la entidad y sumirla en la inundación total.

La euforia que, en caso de darse, provocaría el pase a semifinales y a la final, generaría en el culé sociológico una adhesión alrededor de la figura presidencial que acabaría de dar carta blanca a sus desmanes. Con o sin Xavi, el proyecto futbolístico a largo plazo continuará sin existir la próxima y Laporta se verá avalado para continuar con sus malabares. El indiscutible éxito que sería ganar la Champions sería el inevitable activador de los penúltimos excesos de un presidente desbocado y cuyas decisiones tienen siempre a los mismos beneficiarios.

No es que caer eliminados arregle ningún problema, pero el socio del Barça, tan estomacal, tan automático, transita de extremo a extremo de sus emociones dependiendo de cada resultado. Y la falta de inteligencia y de pudor con que administra las victorias es la otra cara de la moneda de la indiferencia y la dejación con que acríticamente ha asistido a la demolición económica e institucional del club, hasta el punto de dejárselo arrebatar. No hay ninguna vía de supervivencia que no pase porque en menos de dos años el Barça deje de ser de sus socios para ser de propiedad privada. Las condiciones de la operación que impondrá Laporta -algunas ya las está preparando- constituirán un antes y un después en el mundo de las transacciones y las finanzas.