Fútbol
Rodri, retrato de un Balón de Oro sin estridencias
El madrileño, coronado esta semana como mejor futbolista del mundo, presume de una vida sencilla y sin lujos
Rodri rompe un desprecio de más de seis décadas
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Iniciar sesiónNormalidad. No hay palabra que refleje tanto y tan bien su personalidad. Hasta él mismo la utilizó en su impecable discurso de agradecimiento. Rodrigo Hernández Cascante (Madrid, 1996), simplemente Rodri, es desde el pasado lunes el mejor jugador del planeta. Así lo atestigua el Balón de Oro que recibió en el Theatre du Chatelet de París ... , en ausencia y lamento de Vinicius y del resto del madridismo. Y el suyo es exactamente eso, el triunfo de la normalidad. De las acciones bien hechas, sin estridencias y al ritmo adecuado. De la educación regida por valores inquebrantables. El éxito, en definitiva, de un tipo de jugador que parece de otra época, muy alejado del arquetipo actual y que el año pasado, tras la noche de Reyes, aún podía pasar desapercibido entre la multitud que esperaba junto a él y su novia en el control de seguridad del aeropuerto de Barajas.
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Tuvieron que pasar 64 años para que un segundo futbolista masculino español uniese su nombre al de Luis Suárez en el palmarés de un galardón tradicionalmente esquivo. Son pocos los que hace solo un par de años hubiesen apostado por que sería Rodri el elegido, pero su crecimiento exponencial tanto en el Manchester City como en la selección española lo han hecho posible. El año pasado, en el que Messi salió ganador por octava vez, ya estuvo entre los favoritos tras marcar el gol de la victoria en la final de la Champions y coronarse campeón de la Nations League con España. Terminó quinto, y dicen que la competencia con el resto de futbolistas del City nominados (Haaland, Bernardo Silva, De Bruyne y Julián Álvarez) jugó en su contra. Curiosamente, el mismo peaje que en esta ocasión le ha podido beneficiar respecto a Vinicius, que también repartió los votos de la extraordinaria campaña del Real Madrid con Carvajal, Kroos, Bellingham y, a última hora, Mbappé.
Para ver coronado a Rodri han tenido que conciliarse factores múltiples y seguirse «los pasos correctos», como él mismo asegura. Jamás se ha alejado de ellos. En su forma de ser no hay dobleces ni engaños. Lo poco que muestra le enseña tal cual es. Un tipo sencillo, práctico y disciplinado al que la pompa que rodea a lo que sucede dentro del terreno de juego le importa bastante poco. «Todo en Rodri transmite naturalidad», asegura a ABC Consol Vilar, consultora y formadora en imagen personal. «Desde su corte de pelo, su forma de vestir, de expresarse… o la comunicación no verbal en momentos tan extremos en lo emocional como es la entrega de un Balón de Oro. Sus actos reflejan cercanía, credibilidad y empatía… ¡Si es que hasta eligió el esmoquin más sencillo!».
Un chaval que no ha dejado de trabajar ni un solo día persiguiendo sus sueños, apoyado siempre por un entorno familiar estable que actuó a la vez como sostén y aliento desde los inicios en Villafranca del Castillo, la urbanización a las afueras de Villanueva de la Cañada en la que creció.
Allí, sobre las pistas de fútbol sala del Kolbe, su colegio, jugó sus primeros partidos antes de federarse con el Club Deportivo Villanueva. Fueron muchas horas en el Complejo Santiago Apóstol, pero nunca dejó los estudios atrás. Tanto él como sus padres tenían claro que el balón y los libros debían convivir. Y las notas siempre fueron excelentes.
No había cumplido los diez años cuando el Rayo Majadahonda le ofreció entrar en su equipo de benjamines. Le recuerdan como un chico observador y discreto, con un deseo genuino de aprender. Allí coincidió e hizo amistad con los hermanos Hernández, Lucas y Theo, que al igual que él solo tardaron un año en ser captados por el Atlético. «Nuestros padres se turnaban para llevarnos a los entrenamientos», explicaba él mismo hace años, mientras situaba en ese punto concreto el inicio del camino hacia la élite. Por esa época entró también en la ecuación Pablo Barquero, que a día de hoy sigue siendo su agente y que supo amoldarse a la perfección al modo de ser y de sentir de su representado.
En el Atlético estuvo hasta los 16 años, y su salida siempre ha estado llena de incógnitas. Se dijo que se prescindió de él por «bajito», pero algunos informes internos del club desmienten esa opción. Sin llegar al 1,92 actual, Rodri ya lucía una planta poderosa en su adolescencia. Por eso, el motivo de su marcha al Villarreal se ve más como un movimiento inteligente del club amarillo, un despiste de los responsables formativos de los rojiblancos o una mezcla de ambas.
En Castellón, mientras vivía en una residencia y se desempeñaba en el CD Roda, segundo equipo juvenil del Villarreal, cumplió el último curso de Bachillerato y aprobó la Selectividad. El fútbol seguía siendo algo incierto y Rodri se decidió por estudiar Administración y Dirección de empresas, otro paso más para edificar esa estructura personal que le ha ayudado a mantener una visión amplia y realista del mundo. Una carrera que acabaría terminando una vez que había fichado por el City, a base de coger aviones a Castellón para hacer los últimos exámenes.
En ese tiempo se sacó también el carnet de conducir y se compró un Opel Corsa de segunda mano para los viajes a Madrid. Los lujos nunca han llenado su día a día. «Mi felicidad y mi satisfacción vienen por otras vías. Por estar bien rodeado, por sentirme a gusto con lo que hago».
En Villarreal pudo coincidir con uno de sus ídolos, Bruno Soriano, aunque siempre dice que de pequeño no tenía ojos para nadie más que Zidane. Fue Marcelino quien le hizo debutar en Primera con 19 años tras brillar en el B a las órdenes de Paco López, hoy técnico del Cádiz. «Tenía una madurez que no es fácil encontrar en chicos tan jóvenes», decía esta semana su antiguo entrenador. También coincidió, tanto en el juvenil como en el primer equipo con Javi Calleja, otro de los entrenadores que le han marcado y que recuerda de él que llegaba tarde a algunos entrenamientos porque se le había pasado la hora repasando alguna asignatura.
A la selección llegó en 2018. Lopetegui le hizo debutar en un amistoso ante Alemania poco antes del Mundial de Rusia, donde no tuvo hueco. Fue justo después, con el inicio de la etapa Luis Enrique, cuando se convirtió en el segundo mediocentro de España, a la sombra de Busquets. Esa convivencia con el entonces azulgrana siempre le mantuvo en un segundo plano. Curiosamente, fue actuando de central en el Mundial de Qatar cuando más se le valoró. Su eclosión definitiva llegó con De la Fuente, quien le refrendó como heredero natural de Busquets en el mediocentro y le hizo jugar absolutamente todo hasta su lesión. Convertido en líder, los títulos volvieron a llegar a la selección.
También ejerce ese mando en un City plagado de estrellas, donde Guardiola le considera uno de los jugadores «más inteligentes» con los que ha trabajado. Su comunión con el técnico de Santpedor es absoluta. Lleva cinco años y medio en Mánchester, a donde llegó después de cumplir otro sueño: jugar en el primer equipo del Atlético.
«Hay futbolistas en los que percibes que el ego ha podido con ellos, pero no es el caso», continúa Consol Vilar sobre un jugador que puede pasarse horas jugando al ping-pong y que llama maquinitas a los videojuegos con los que se entretiene la tropa de adolescentes de la selección. «Un buen líder nunca quiere destacar. Su prioridad es estar al lado de los demás. Su comunicación es segura y creíble. Y tiene una sonrisa natural que es un diamante para quienes la poseen. Es lo mejor que hay en el mundo». Se pudo ver tras la victoria de España en la Eurocopa, en la que abrazó a Lamine Yamal mientras le espetaba: «Sigue trabajando hermano, porque puedes conseguir lo que quieras». También se acordó del azulgrana en la entrega del Balón de Oro. Y de Xavi, Iniesta, Casillas, Busquets… Todos los que antes que él también pudieron ganarlo. Y es que compañerismo es la otra palabra que mejor puede definir al flamante Balón de Oro español.
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