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Fútbol

De Tercera a la gloria: Pablo Ibáñez, el artífice de la gesta copera de Osasuna en San Mamés

Copa del Rey

En el ocaso de la prórroga, mientras el Athletic asediaba la puerta de Herrera y su equipo se agarraba al amparo de los penaltis, el pamplonica selló el pase a la final con una volea inimaginable

Ibáñez lleva al Osasuna hasta la final de Copa

Ibáñez remata el balón que clasifica a Osasuna a la final de Copa EFE

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Cuando Osasuna se negaba a la evidencia, cuando más golpes recibía y solo el amparo de la tanda de penaltis les mantenía en pie, un hijo del Tajonar, criado y curtido en Tercera división, halló el refugio en el ocaso de la prórroga. Pablo Ibáñez (Pamplona, 1998), aprovechó una tímida y terapéutica transición ofensiva rojilla, recibió un centro de Moncayola en la orilla del área, uno de los poquísimos pases con criterio de su equipo en el partido, y, de interior y sin que el balón cayera, en una volea bellísima, clasificó a Osasuna a su primera final de Copa del Rey en 18 años; la segunda en 102 años de historia.

Al son del golazo, el empate a uno que hacía válido el 1-0 de El Sadar, la plantilla navarra explotó en júbilo y corrió desbocada a celebrar con un chico incrédulo, en plena transición hacia la locura tras marcar el gol más importante de la historia reciente de Osasuna. La resistencia numantina de David García y Aridane ante los mil centros laterales del Athletic y las inverosímiles paradas de Herrera habían merecido la pena. Ibañez silenciaba al aliento sinfín de San Mamés y provocaba un incendio en Pamplona, un reventón de alegría que invadirá a Navarra durante semanas.

El fútbol es tan bonito como incierto (quizá sea esta la clave de su belleza). En el imaginario osasunista más optimista, el gol de la clasificación era obra del Chimy Ávila, de Abde, de Budimir, del talento de Aimar Oroz... o incluso Moncayola o David García en la salida de un córner. ¿Qué guion hubiera previsto que lo hiciera un chaval que con apenas 14 partidos en Primera hace menos de dos años jugaba en el equipo de su barrio?

Categorías de brega y barro

La fortuna, el talento, el tesón o un maridaje de todos estos elementos sin inherentes a la llegada de un jugador a la élite. Pero el caso de Ibáñez, en un fútbol cada vez más entregado a la tecnificación de las grandes canteras, es reseñable. Su sinuoso periplo comenzó en la cantera de Osasuna, el Tajonar, en plena niñez. Pasó del fútbol sala al siete, probó el fútbol adulto y en 2016, en la antesala a la etapa juvenil, Osasuna dejó de contar con él.

El polivalente mediocampista regresó a sus orígenes para jugar en el juvenil de la Multivera, el equipo de su pueblo. Destacó en casa, fichó por el juvenil del San Juan, donde acabó siendo un fijo en la defensa del Tercera. En otra maniobra enrevesada, muy común en el volátil fútbol amateur, Ibáñez volvió al Multivera, ascendió a Segunda B y en Enero de 2021, en el último día del mercado invernal, recibió la llamada del filial de Osasuna.

La plantilla de Osasuna envuelve a Ibáñez tras su gol en San Mamés EFE

En Segunda Federación se convirtió en un hombre capital en el Promesas. Allí se erigió como un centrocampista con llegada al área, buen golpeo, intuición goleadora, recorrido y muchísimo trabajo. El ascenso al primer equipo era una consecuencia lógica y, sin posibilidad de volver al filial al superar la edad sub 23, Arrasate le reclutó en pretemporada. Ocho meses y un gol para historia después, Ibáñez toca el cielo tras una vida en el fútbol de barro.

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