Fútbol y política: los indios

En efecto, tras tantos años de sequía, se consiguió un resultado que llenó de felicidad a todos los atletistas. El Barça con su habitual juego preciosista. Tuvo incontables ocasiones de gol, pero al Atleti le bastaron tres o cuatro para hacer un doblete de bellísima factura. Y al contraataque, que siempre ha sido su arma preferida. Al final Sorloth mantuvo en vilo a la defensa contraria cuando le llegaba algún balón, con el equipo atrincherado en una defensa numantina.

En el fútbol (afortunadamente) no gana quien decide un jurado a los puntos, sino quien marca un gol más que el contrario. El partido resultó muy intenso, pero disputado con nobleza, sin una mala entrada ni jugadas polémicas. San Oblak volvió a resultar decisivo. Habrá quien diga que al equipo rojiblanco le sonrió algo la fortuna. Pero teniendo en cuenta que Griezmann estuvo desaparecido, Gallagher desubicado y faltó precisión en los pases, se observa con ilusión que el equipo tiene margen de mejora, que sin duda llegará.

Y volviendo a la política, el racismo en el fútbol español, según uno lo recuerda no nació contra los afroamericanos, sino contra los sudamericanos. En los años 70 el Atleti estaba plagado de ellos, sobre todo argentinos. En todos los campos de España se les denigraba, llamándoles «indios» (los que definían así a los sudamericanos los llamarían años más tarde «sudacas», definición de idéntico calado intelectual). El acoso llegó a tal extremo que el insulto se reproducía aunque el indio vistiera la camiseta de la selección española. Rubén Cano (su padre era de Almería) abandonó el equipo nacional, harto de soportar semejante oprobio.

No hay mejor sentido del humor que el del que se ríe de sí mismo. Hacerlo de los demás es muy fácil y poco elegante. Por ello, muchos colchoneros comenzaron a denominarse indios, y después de 1987 contaban el chiste de que lo eran porque acampaban al lado de un río, su jefe era Caballo Loco y odiaban a la Casa Blanca.