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Mundial Rusia 2018

Del chocolate a las apuestas: la conversión a estrella de Lewandowski

La vida de lo que parecía un proyecto de futbolista remoto ha roto en la carrera de un referente mundial en su posición

Robert Lewandowski
Alejandro Díaz-Agero

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A Robert Lewandowski (Varsovia, 1988) se le ha relacionado tantas veces con el Real Madrid que su nombre amenaza peligrosamente con figurar entre los destacados de esta generación de futbolistas blancos que tiranizan la Champions League. Aunque sólo sea a título de homenaje por tantas portadas.

Encarna el esbelto polaco la figura del «delantero total»: largo y robusto, dominante en el juego aéreo y de área pero también dúctil cuando se trata de acoplarse al fluir del juego combinativo, tan capaz de finalizar una jugada desde la posición más inverosímil como de asistir a un compañero tras jugada personal, y con 89 goles en Bundesliga en sus últimas tres temporadas con el Bayern. Es, en suma, el hombre que convenció a Guardiola de que el tamiz del delantero centro clásico favorecería a su método cuando el falso nueve asomaba como el distintivo inequívoco del fútbol fetén.

Pero tras el halo de divinidad que recubre a Lewandowski en tantos círculos mediáticos subyace una estrella tenue en las noches grandes, reverberada tras el histórico póker en el Westfallen el Madrid y adocenada tras eliminatorias como la de la última semifinal europea, también ante el conjunto blanco, que le valió duras críticas en Alemania. También allí se le recibió el apodo de «falla goles» en su primer año en el Borussia Dortmund, aún a la sombra de Lucas Barrios en la pugna por la delantera, lo cual le desplazó en buena parte de la temporada a jugar como mediapunta. A pesar de su reticencia a abandonar la delantera, la eventualidad ayuda a entender mejor el juego del capitán y máximo goleador (52 dianas) de la selección de Polonia.

Su rendimiento, contaba el polaco, creció a partir de su relación con la que hoy es su mujer, la nutricionista Anna Stachurska, que cambió sus hábitos alimenticios y puso un gimnasio en casa –ahora se entrena incluso los días de descanso–. De él dijo Guardiola que era el jugador más profesional con el que había trabajado. Mucho antes, cuando aún podía comer chocolate con leche sin temor a tener que dormir en el sofá, conoció el sabor de la amargura en Polonia, donde los técnicos del Legia de Varsovia le dijeron que nunca sería futbolista profesional. Ocurrió tras una lesión sufrida a los 17 años. Acto seguido, Lewandowski fue máximo goleador en la tercera y la segunda división polaca, fichó por el Lech Poznan, ganó la liga dos años consecutivos y volvió a ser el primer artillero de la competición. Entre medias, en 2008, sus agentes negociaron su incorporación al Sporting de Gijón, recién ascendido a Primera, pero el club asturiano rehusó su fichaje tras conocer el coste la operación.

Después llegaría su etapa a la vera de Klopp, con quien rompió a jugar, en parte y según ha explicado el propio Lewandowski, gracias a las apuestas de goles por 50 euros que maestro y pupilo hacían antes de los partidos. Su marcha al Bayern, el enésimo movimiento en el ciclo de orfebrería «borusser» que consolida la adquisición de los de Baviera, lo atornilló a la primera plana.

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