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Mundial Rusia 2018

Kane, el «niño gordo» al que nadie quería

El capitán de Inglaterra aún no ha puesto coto a su techo: sus cifras mejoran a cada temporada que pasa

Kane
Alejandro Díaz-Agero

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A Harry Kane (Londres, 1993), futbolista y de los buenos, se le empieza a explicar por la cabeza. En concreto por el pelo. Su tupé rubio, inmaculado por gracia de la gomina, prudente y vetusto como no habrá un puñado en la élite del fútbol moderno, sirve como epítome del jugador. Lo que sus pies obran no es más que el fiel reflejo de lo que crece sobre su mollera.

El que será el capitán de Inglaterra en el Mundial es un delantero de los de antes, con un instinto voraz en el área que sacia a golpe de recursos técnicos de museo. También sabe jugar fuera, atributo indispensable para el punta de este tiempo. Esto, unido a esa personalidad tan recatada, que parece pedir permiso para destacar como uno de los mejores del continente –máximo goleador del 2017 con 56 dianas–, lo convierten en un verso suelto. Una rara avis ajena a los fuegos artificiales. Un viejoven. Es abstemio y, si no fuera porque disfruta jugando al golf, cobraría sentido la posibilidad de que fuera un asceta. Debutó con la selección en marzo de 2015 ante Lituania y marcó a los 79 segundos de entrar. Ya lleva 12 en 23 partidos como internacional.

Con 11 años el Arsenal lo rechazó porque estaba gordito y no se le atisbaban hechuras atléticas. Lo rescató el gran rival de los «gunners» en el norte de Londres, el Tottenham. Desde los «spurs» contaban que fue su facilidad para ver puerta con una amalgama de remates impropios para su edad lo que hizo que se decidiesen a reclutarlo. También la envergadura de su padre, un inglés muy inglés que invitaba al optimismo respecto a la todavía exigua medida del pequeño Harry.

Hasta cuatro cesiones, en Leyton Orient, Millwall, Norwich y Leicester City, acumuló Kane antes de recibir un puesto en la plantilla del Tottenham. En ninguna brilló sobremanera. Su mejor año lo hizo en las filas del Millwall, en la segunda categoría inglesa, y no pasó de los nueve goles en 27 partidos. Las expectativas en torno a su figura nunca superaron a las que corresponden a un potencial jugador de la casa llamado a enriquecer el fondo de armario.

Con todo, consiguió hacerse un hueco en la temporada 2013-2014. La venta de Bale había dejado la delantera coja y únicamente Soldado había llegado como bastón. Con Villas-Boas, quien dirigió al conjunto londinense desde el inicio de la campaña y cesó en el cargo en la jornada 16, apenas salió del ostracismo, atascado como estaba en el equipo de reservas. Es Tim Sherwood, el sustituto del portugués, quien porta la medalla de haber apostado por Kane. Jugó como titular los últimos seis partidos de la Premier y produjo tres goles y dos asistencias. De aquí al cielo: la temporada siguiente anotó 21 tantos, hizo 25 a la otra, 29 en la posterior y 30 en esta última. Difícil contener el entusiasmo de cara a lo que se viene.

Fue Richard Allen, exdirector del departamento de selección de la academia de formación del Tottenham, el que dejó una frase que el karma, si realmente existiera, debería hacer que figurase a modo de epitafio sobre la sepultura del delantero: «Uno de los entrenadores me dijo claramente, '¿Quién es el niño gordo?'». Pues Harry Kane, el hombre que liderará a la selección inglesa en el Mundial de Rusia.

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