Francia, a octavos de final con buena cara

Desde la primera pelota quedó meridiano el papel nuclear de la novedad en el once, destinatario del balónazo inicial y brillante en una dejada en la frontal para su socio de oro, que ya había pisado área para agitar los nervios peruanos. Los de Gareca, con Guerrero ya en el once, entraron al partido con un aire que más bien nada tenía que ver con el ímpetu exhibido contra Dinamarca, quizá cautelosos por sus urgencias clasificatorias, quizá intimidados por lo que tenían delante. La referencia de la primera jornada del Mundial tiende al engaño.

Deschamps ha sintetizado el sino de esta Francia. El técnico ha reforzado las áreas con Pavard y Hernández como laterales y Giroud arriba y ha entregado el mediocampo al chasis de tres portentos sin comparación en Rusia como Kanté, Pogba y Matuidi. Para los «bleus», la pelota cobra importancia en los primeros y los últimos treinta metros del campo. En los cuarenta y pico restantes, arremangue, pegamento y a correr.

Quien empieza a acumular acciones que amenazan con partir esta dinámica es Umtiti, errático en lo que va de Copa. Ayer Guerrero le comió la tostada y tuvo una ocasión para reventar el grupo, pero apareció Lloris. El zarpazo de los franjirrojos fue cafeína para Francia. De inmediato, pie al acelerador y frágil escorzo con el tacón de Mbappé a las puertas del gol. Al minuto, Giroud probó suerte y por allí apareció el del PSG para embocar el balón suelto. La apuesta de Deschamps cobraba sentido.

Con el tanto, Perú dio una zancada hacia adelante y Griezmann se puso detrás, justo donde empezó a desangrar a los sudamericanos. Bien asistido por un atinado Pogba, el discípulo de Simeone flotó y picó como recomendaba Muhammad Ali, a buen seguro más abeja que mariposa si se le preguntase a Gareca. Se inventó un puñado de ocasiones regaladas con ese giro tan suyo al que precede un fugaz giro de cuello para otear lo que le rodea, pero sus compañeros se negaron a cerrar el encuentro en el primer acto.

Perú comenzaba a acalorarse, con un resultado que ponía sus maletas en la puerta de Rusia. Imperaba invocar al ciclón del partido frente a Dinamarca. Aquino, con un derechazo seco a la escuadra derecha del arco francés, pareció inaugurar algo cercano a la revolución, pero la ofensiva del equipo de Gareca siguió limitada a lo que ofrecía la banda de Carrillo y Advíncula, ciega la izquierda y tenue Cueva. Perú lo puso todo en el horno y las migas se las comió Kanté, un acontecimiento inaudito desde Makelele que, además, sabe jugar.