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Patria
«La estrategia: tú me compras aviones, yo te mando empresas, tú rescatas al PSG y además de darte mi voto te consigo alguno más de Europa»
El muslo de Mbappé
El Mundial, en directo
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Iniciar sesiónPartido a partido el Mundial tiende a la normalidad, ni siquiera hay pausas para la hidratación. No han resucitado los 6.500 muertos que se cobraron las faraónicas obras de Qatar, ni ha caído en el olvido que diez días antes de la elección de ... este paraíso artificial (finales de 2010), Sarkozy se reunió en el Elíseo con el emir qatarí y con Platini. La estrategia: tú me compras aviones, yo te mando empresas, tú rescatas al PSG y además de darte mi voto te consigo alguno más de Europa. Y así fue, en parte. Hoy, el Departamento de Justicia de Estados Unidos ataca de nuevo y pone nombres y apellidos a unos vendidos que nunca dejaron de ser sospechosos. En cualquier caso, el deporte se sobrepone a la secular podredumbre de la FIFA. Como dijo Bill Shankly, «mucha gente cree que el fútbol es un juego a vida o muerte; pero es más importante que eso». Y tanto.
El 7-0 de España a Costa Rica despertó a una afición que aún mira a 'Luis Estrimer' como las vacas al tren. Renace, así, el interés por la Selección, que constatan las audiencias del partido con Alemania, por encima del 60%, más de once millones de telespectadores en TVE. El empate final no arredró al seguidor, que mejorará el 'share' frente a Japón, pero le situó en contexto, porque el fútbol puede ser muchas cosas, nunca una ecuación: si los japoneses ganan a los alemanes, los españoles hacen un siete a los costarricenses y éstos, a su vez, eclipsan al Sol Naciente, el equipo de Pedri pasará por encima del 'Mannschaft'… Error. Empate y gracias; si bien la realidad no es tormentosa ni mensajera de oscuros presagios.
Seguro que el encuentro servirá para corregir fallos, para contrarrestar el brío y la desesperación de selecciones como la de Flick, para asentar el liderazgo que proporciona el control del juego, para que el balón acabe la mayoría de las veces en las botas del destinatario, no en la tómbola, y para que los cambios no sigan la pauta del artículo 33: quizá no fue tan necesario quitar a Jordi Alba.
Lo impepinable es que esta selección también engancha, que sube la marea y arrastra hacia el oxímoron, el silencio atronador que ya se escucha incluso donde estultos y miserables radicales intentan ocultarla. Hace país, como en 2010; patria, una Patria no tan diferente, pero menos dramática, que la descrita por Aramburu: «Es el tributo que se paga para vivir con tranquilidad en el país de los callados».
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