El implacable protocolo que frena el Mundial: media hora sin fútbol desde el último rayo

Son cuatro los encuentros que se han visto afectados ya por estas inclemencias meteorológicas. El primero de ellos, quizá el menos atractivo por cartel de la fase de grupos, tuvo lugar entre el Ulsan surcoreano y el Mamelodi sudraficano. El temor a que los rayos avistados por la zona se acercaran al estadio Camping World de Orlando provocó que el inicio del partido se retrasara más de una hora, hasta que el cielo se despejó. Después, Pachuca y Salzburgo en Cincinnati y Palmeiras y Al-Ahly en Nueva York vieron cómo sus enfrentamientos tuvieron que suspenderse temporalmente por el mismo motivo.

Y este viernes, de regreso en Orlando, Benfica y Auckland estuvieron refugiados en al vestuario más de dos horas antes de retomar su encuentro.

En estos casos, Estados Unidos aplica un riguroso protocolo en el que prima la seguridad por encima de todo. Si se avista una tormenta eléctrica en un radio de trece kilómetros en torno al estadio, el partido debe suspenderse y todos los aficionados allí presenten deben abandonar las gradas en busca de un lugar en el que refugiarse. La norma también establece que, para la reanudación del juego, deben haber transcurrido 30 minutos desde el último rayo registrado, lo que provoca una mínima suspensión en media hora y una máxima indeterminada, ya que depende de la duración y la intensidad de la tormenta. Otras competiciones, como aquellas organizadas por las universidades estadounidenses (NCAA), optan por la suspensión definitiva del evento en caso de presencia de rayos en un radio de ocho millas en torno al estadio.

Un estricto protocolo basado en el peligro que estas tormentas entrañan, analizado por el Instituto Nacional de Seguridad contra Rayos (NLSI). Estas descargas naturales de electricidad representan el mayor peligro meteorológico durante los eventos deportivos, ya que los estadios están repletos de metal y materiales conductores que aumentan la probabilidad de recibir impactos de rayos.

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A pesar de que la probabilidad de ser alcanzado por uno de ellos es ínfima, concretamente de uno entre 1.900.000, durante el año 2024 EE.UU. registró 12 fallecimientos a causa de un rayo, de los cuales cinco se produjeron en Florida, precisamente el estado que ha presenciado hasta el momento dos partidos suspendidos durante el Mundial. Además, el torneo y los encuentros se dan en una época y una horario más propensos a este tipo de sucesos, entre mayo y septiembre y desde las 16 hasta las 20 horas.

Un contratiempo climatológico que se suma a otro de los grandes elementos y quejas del torneo: el calor. Incluso son compatibles, como demostró el encuentro entre Benfica y Auckland, disputado bajo altas temperaturas después de las más de dos horas de suspensión por la tormenta eléctrica.

«Ha sido el partido más largo de mi carrera. Después de la reanudación jugamos lo mejor que pudimos, porque la temperatura lo puso muy difícil», reconoció Bruno Lage, técnico de los portugueses. Una protesta que se sumó a las efectuadas antes por Llorente, que admitió el dolor de uñas al correr en su debut ante el PSG debido al abrasante calor, Xabi Alonso o Enzo Maresca, entrenador del Chelsea.

La última imagen que ilustra las altas temperaturas que están sufriendo los equipos en Estados Unidos la publicó en redes sociales el Borussia Dortmund. Durante la primera mitad de su choque contra el Mamelodi Sundowns sudafricano, los suplentes del conjunto alemán siguieron el juego desde su vestuario para esquivar el calor, en una instantánea histórica.

De las tormentas de Cincinnati y Nueva York al intenso verano de Los Ángeles y Miami, incluso ambas como es el caso de Orlando, el Mundial pone a prueba la capacidad de adaptación de los futbolistas. Y, de paso, pone sobre aviso a las 48 selecciones que dentro de un año estarán disputándose la Copa del Mundo en estas mismas ciudades y estadios.