Desde mis antípodas
Abrazando a Vilda
«No es momento de abordar el origen de la animadversión generalizada hacia Vilda. Pero creo que es de justicia reconocerle su notable de participación en el éxito de esta selección»
Una España de diez, a la final Mundial
Los goles de la gesta en un final loco
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Iniciar sesiónNunca la selección absoluta femenina ha alcanzado tanto éxito. Nunca ha jugado mejor. Nunca pudimos adivinar que Alexia iba a reencontrarse con la titularidad en unas semifinales, ni el movimiento de ajedrez de mover a Salma de posición, según conveniencia. Nunca habían acudido ... más de 60 periodistas a una previa de un partido. Por todo esto, creo que nunca, un seleccionador merece más tregua a la hora de ser juzgado que Jorge Vilda.
Le conocí allá por 2018, en una cena de las que solemos hacer para vernos de vez en cuando los amigos, esas a las que se apuntan 50 y luego acuden 20 y a las que se invita a algún prohombre del deporte porque, de no ser así, sólo irían 15. Conste que lo de la cifra proscrita es totalmente inocente. A aquella reunión, decidimos invitar a dos personajes. Al lado del más célebre, empezó a arbitrarse un baile de movimientos sutil, casi imperceptible. Al de Vilda, nos sentamos el resto. Le tuve enfrente toda la cena, fue casual. Me pareció amable, contenido, formado. Y, sobre todo, comprometido con un proyecto con sentido. España iba a disputar un amistoso en Murcia y me animó a ir. «El fútbol femenino necesita que se hable de él y que se hable bien», me soltó entre croqueta y croqueta.
Paradojas de la vida, cinco años después, Vilda ha logrado que se hable bien. El peaje ha sido clasificar a la selección absoluta para una final. Y aun así, lo más complicado sigue siendo que el baile de movimientos vire hacia él y ninguna silla a su alrededor quede desocupada. Complicado, considerando que hay quien se pasa el día señalando que nadie le acompaña en la alegría de la celebración, que algunas ausencias en sus onces titulares acrecientan esa soledad y lindezas similares. Como si eso, caso de ser cierto, fuera también novedoso.
Qué poco han visto algunos a Luis Aragonés macerar una victoria, amparado en su sempiterna soledad del entrenador o al propio Guardiola inhibirse del jolgorio patrio y achicar espacios con su yo más íntimo, tras conseguir un título.
No es momento de abordar el origen de la animadversión generalizada hacia Vilda. Pero creo que es de justicia reconocerle un porcentaje notable de participación en el éxito de esta selección. Nadie puede adivinar el techo que se hubiera alcanzado con otro y con otras. Lo irrebatible es que, con ellos, estamos en una final. ¿Empezamos ya a admitirlo o esperamos al domingo?
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