Es fútbol y es femenino
Sobre las inapropiadas (o no) relaciones sentimentales entre jugadoras
«¿Qué hay de los romances entre directivos y entrenadores con jugadoras? ¿O de empleados federativos con directivos de clubes? Eso sí que podría rayar en abuso de poder. No son muchas, pero la realidad es que haberlas, haylas»
Sobre las habitaciones abiertas en la selección femenina
Emma Hayes, la entrenadora del Chelsea que pronunció la polémica frase, tras el partido ante el Arsenal del viernes
Se presupone con no demasiado rigor que las parejas que trabajan juntas son más proclives al conflicto. Desde luego que pueden ser más difíciles de gestionar, pero no tendría que haber diferencia entre otras parejas que comparten profesión, ya sean abogados, administrativos, profesores, médicos o... ... futbolistas.
El fuego, siempre abierto y cruzado en este tema de las relaciones entre las futbolistas y el cuerpo técnico o entre ellas mismas, lo ha avivado esta semana Emma Hayes, entrenadora del Chelsea y flamante nueva seleccionadora estadounidense. Las relaciones sentimentales entre jugadoras o 'staff' de un mismo equipo «son inapropiadas», sentenció. Pocos días han bastado para que la entrenadora se arrepintiera de sus palabras. Pero el incendio ya estaba descontrolado con el peligro de que ardan quienes no lo merecen.
La realidad, entre los que conocemos la trastienda del fútbol femenino, es que esas relaciones existen y son normales y habituales, sobre todo entre jugadoras del mismo o distinto equipo, aunque también entre fisios, árbitras, preparadores... Se trata con absoluta naturalidad el hecho de que muchas jugadoras sean pareja y que incluso elijan sus destinos deportivos conjuntamente. Es lo que en el fútbol femenino se conoce como fichajes en pack.
La gestión del grupo en los vestuarios femeninos es un reto, qué duda cabe. Pero no menos que la gestión de paralelas situaciones en otros ámbitos profesionales. ¿Qué ocurre entonces? Que ahora tiene más visibilidad. Como contamos hace meses en esta columna, lo comentó Diego Camacho en unas conferencias en Gijón, cuando dirigiéndose a Mendilibar le dijo, «Míster, la experiencia de trabajar en un vestuario femenino es un máster que todo entrenador debería hacer».
Que las normas se hagan mal, que nos parezca mejor o peor... nada debe distraernos del objetivo: los equipos están para madurar y ganar, para trabajar y obtener resultados. Estamos ante profesionales a las que sólo se les debería exigir eso: que lo sean. ¿En qué bufete de abogados no hay una pareja? ¿En qué hospital no hay relaciones entre el personal? ¿En qué colegio no hay matrimonios que comparten profesión? Y qué decir de la política. Y eso solo será un problema si se pierde de vista la exigencia, el trabajo y los resultados. Sólo ahí cabe hablar.
Lo que diferencia al fútbol de otros terrenos son las alineaciones. El caso más notorio en este aspecto lo viví cuando la delegada del equipo en el que desarrollaba mi labor como director deportivo, mantenía una relación con una jugadora. El día a día era una locura: la delegada liaba todo tipo de tropelías para conseguir que su pareja jugara bajo la excusa de «que si las otras entrenaban mal, que si salían, que si no se comportaban bien...». ¿Qué faltaba? Seriedad, responsabilidad y, sobre todo, profesionalidad. Y eso no se puede permitir. La situación llego a tal punto que los padres de una jugadora del equipo pidieron una reunión con nosotros porque la situación era insostenible. La delegada no generaba un conflicto de intereses: generaba interés en el conflicto.
A pesar de lo difícil de gestionar grupos con estas características, desde mi punto de vista hay otras situaciones que de verdad podrían resultar mucho más problemáticas en el devenir de la competición, y que sin ninguna duda generarían conflictos de intereses. ¿Qué hay de los romances entre entrenadores y directivos con jugadoras? ¿O los de empleados federativos con directivos de clubes? Eso sí que podría rayar en abuso de poder. No son muchas, pero la realidad es que haberlas, haylas.
Solo queda confiar y fomentar la total profesionalidad. Un equipo jamás debería verse afectado por problemas que resolvería el simple sentido común. Trabajo, seriedad, responsabilidad, ejemplaridad. Y que cada uno se acueste con quien quiera.