¿Y cómo queda Vilda ahora?

Vilda y su equipos estaban exultantes, pletóricos. Pero quien sin duda lo estaba era Rubiales. Abrazos con todas las jugadoras a quienes levantaba en volandas sin poder disimular su alegría. Saludos a la Reina, a la Infanta Sofía y al entrenador. Esta victoria tiene que valer para que paralelo a los éxitos deportivos se consoliden las estructuras de los clubes con ayudas de todas las instituciones, la primera la RFEF, y se finalice de una vez por todas esa guerra permanente del futbol.

Pero la imagen de esa firma de la paz, al estilo de Breznev y Honecker en 1979, ha sido el beso de la jefa, Jenni Hermoso, con su jefe, Rubiales. Cuando la jugadora ha llegado a saludar, él ha cogido su cara con las dos manos, le ha dirigido unas palabras que sólo ellos dos saben, y le ha estampado un beso que dice mucho más que las palabras. ¿En qué momento de este mundial la jefa, una de las cabecillas del motín, ha sellado la paz con el jefe, que nunca cambió de opinión en su apoyo al seleccionador? ¿O sí la cambió y sólo lo sabían las jugadoras?

¿Cómo queda Vilda ahora al margen de esta ecuación? ¿Cuál es el futuro previsto para este exitoso cuadro técnico? ¿Se quedará Jorge Vilda única y exclusivamente como director deportivo? Yo creo que ese es el plan.

Dentro de este día inimaginable, lleno de celebración y de alegría, el siguiente paso que acabaría por rozar la felicidad plena es, no el beso, sino el apretón de manos de la gran ausente ayer, Beatriz Álvarez Mesa, presidenta de la Liga Profesional Femenina, y Luis Rubiales, que conllevaría el impulso definitivo que necesitan los clubes, las jugadoras y todos los agentes que están alrededor del futbol femenino para acabar de definir el producto y que algo que hasta ahora parecía una burbuja que podría explotar en cualquier momento se convierta en algo imparable.