el segundo palo
El hombre del tiempo
A Xavi todo parece venirle mal, el mucho calor y el poco, la altura, el viento, un anticiclón, el polvo, las nubes, un chaparrón, la nieve y la aridez, la lluvia y el estado del césped, sobre todo el césped
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Iniciar sesiónHace algunos años conocí a una persona cuya obsesión era la información metereológica de la tele. Recuerdo que, a punto de aparecer el hombre del tiempo, montaba su improvisado campamento base en el centro de la redacción y, con los dos brazos en jarra, chistaba, ... subía el volumen, levantábamos al unísono las manos de nuestras Olivetti y nos poníamos a orar. Todo regresaba a su ser una vez acabada la misa de las isobaras y, tras el rezo, el teletipo volvía a atronar feliz. Después de oír a Xavi hablando de las humedades y de los calores sufridos ante el modesto Rayo me vino de repente a la cabeza este viejo periodista y caí en la cuenta de lo mucho que estará disfrutando ahora con un entrenador tan preocupado por el clima.
Porque a Xavi le altera todo y todo parece venirle también mal, el mucho calor y el poco, la altura, el viento anabático, un inoportuno anticiclón, el aire polar, la aurora boreal, un frente frío, la ventisca, el polvo, las nubes, un chaparrón, la condensación, la escarcha profunda y el rocío, las calmas ecuatoriales y el reventón, el amontonamiento de nieve y la aridez, el efecto invernadero, la crecida primaveral, la escarcha, la calima y la bruma, el relámpago, el vapor, la lluvia y el estado del césped, sobre todo el césped, el césped más que ninguna otra cosa.
Es como si el entrenador del Barcelona soñara con jugar siempre en la segura burbuja de Catar y a ser posible ante equipos mal pertrechados para que así les cayera un cerro de goles. Cómo será la cosa que hasta el recio roble polaco Lewandowski ya se ha quejado por el anti-fútbol de Iraola: ADN culé total.
Y vuelvo a echarle otro vistazo a una de mis fotos futboleras preferidas. Año 1971, los señores Zoco y Velázquez abandonan el campo convertido en un tazón de espeso chocolate de San Ginés en el que ellos son los improvisados churros. Salen ahítos, rotos por el esfuerzo y con la mirada perdida. Ignacio apoya su reconfortante mano izquierda en la espalda de Manolo, cabizbajo. La camiseta blanca del Real Madrid está teñida de negro de humo y si descubrimos que son ellos es porque lo acredita el pie de foto.
¿Han perdido?, puede que sí. Sin troposferas, frentes cálidos o rayos en zigzag a los que culpar, sin tiempo añadido que reclamar, sin estilo ajeno que criticar. Sin excusas. Sin quejas. Fútbol. Aquel fútbol de boquillas Targard y gol en Las Gaunas que no volverá jamás.
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