Morata atormentado

Una nueva muestra de su tristeza crónica, un desahogo inoportuno ante la injusticia que le acompaña (así lo siente) amargó de manera innecesaria la previa del debut de la selección en la Eurocopa, desvió un tanto el foco y forzó a sus jefes y compañeros a escenificar un abrazo público de cariño.

Y quizás tenga razón Morata en sus lamentos: es considerado un extranjero de su propia casa, pocos gustos le sitúan como un nueve ideal de referencia y sus fallos ante la portería rival, que son verídicos, se agrandan.

Pero es lo que tiene el oficio de delantero, recuerden si no a Higuaín o Salinas, que pasa de la gloria al meme en lo que se resuelve o se desperdicia un largo mano a mano. No hay nada personal contra Morata, aunque sí es verdad que, quizás de besar tantas, no ha encontrado amor extremo en ninguna camiseta. A veces se le celebra, pero nadie se reprime un silbido o un improperio cuando aparecen sus dislates.

En todo caso, con razón o no para el llanto afilado, no parecía este el mejor momento de soltarlo. Es habitual que en las antesalas de los grandes torneos el aburrimiento y la falta de noticia deriven en nociva reyerta, pero esta vez no había dado ni tiempo. El capitán se ha enredado solo y gratis contra el mundo. Pero lo peor no es el suspiro, sino su pronóstico. Porque cuando Morata describe angustia ya no suele salir de ahí. Y España le necesita intacto.