Un favor a Laporta

- «Pero María, ¿qué hace ese tío en la cama?», dice él.

- «No me cambies de conversación... ¿de dónde vienes a estas horas?».

Pues contra todo pronóstico, a Laporta le salió bien el cambio de conversación. Tenía que dar explicaciones, con evidente retraso, por el caso Negreira, justificar lo injustificable, argumentar con qué intención pagó el Barcelona 7,1 millones de euros durante 17 años al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros, o por qué él reactivó bajo su mandato el enigmático contrato de servicios con el excolegiado y hasta le multiplicó sus emolumentos, y, sin embargo, acabó hablando con éxito de la hora, de los socorridos 'me tienen manía' y el 'y tú más'. De una campaña malintencionada contra el Barça y de las históricas ayudas franquistas a ese Real Madrid hoy tan ofendido.

Una maniobra de distracción de manual, sin más recorrido aparente que el oído fácil del forofo propio, tan receptivo a los enemigos artificiales y las teorías de la conspiración, que sin embargo acabó en victoria rotunda del acorralado, con toda la atención desviada oportunamente del crimen original. El Real Madrid mordió el anzuelo y entró incomprensiblemente de forma institucional, a través de sus cuentas oficiales, a discutir la veracidad del desesperado manotazo de ahogado del todavía presidente azulgrana. Y por simple contagio, empujó a los aficionados y a los medios, incluso a los políticos, a subirse al desenfocado debate con inútiles ejercicios de memoria y hemeroteca. ¿A quién ayudó más Franco? ¿Quién le saludó primero? ¿Quién le dio la mano más veces? Asuntos de barra de bar.

Y así, el verdadero escándalo, todavía inexplicado y maloliente, se va cayendo de nuevo por el sumidero reduccionista de otro combate Real Madrid-Barça (el destino final de tantas cosas en este negocio) mientras el caco se escapa. ¿Y qué si el Madrid fuera el equipo del régimen? ¿Y qué si lo fuera más el Barça? En nada afecta a la cruda realidad de que un club pagó durante años a quien gobernaba a los que tenían que juzgarle. Y eso es lo que hay que resolver de una vez. «María, ¿qué hacía ese tío en la cama?».