CROMOS DE NIETO / RECUERDOS DE LIGA
Baptista, y la 'bestia' voló
Aquella de esas chilenas que desafían la gravedad y confirman la existencia de Dios
El Niño del Prater
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Júlio Baptista era, cuando entonces, 95 kilos de músculo. Todo él era y es bonhomía y fibras rojas musculares, y quizás, por eso de juntar el físico y la técnica, le pegamos el cromo con salivilla de satisfacción.
Ha quedado en los anales ... como el que da la réplica a Joaquín en esa escena del tenis, los dos en una Málaga de sol, y la felicidad en un estadio olímpico andaluz. «No sé ni coger una raqueta, Hulio», y Júlio Baptista olvidó en ese momento Brasil, y la guasa gaditana le llegó, como el 'duende', desde las uñas de los pies al cerebelo.
Se hizo chirigotero como por milagro y por milagro estaban allí una cámara y un micrófono. Al prodigio le hacía falta el sur, que dijo el poeta que también existe, y en el sur existen los milagros cada cuanto. Como éste que recordamos.
Formó Baptista parte de aquel Málaga que Pellegrini, tan sabio y tan ingeniero, convirtió en una familia por los campos de Europa hasta que el Dortmund les 'afanó' con malas artes el futuro en la Champions. Y ya sabía algo 'Hulio' de ahí abajo cuando anduvo por el Sevilla.
La historia del fútbol da estas cosas, estos momentos que suele compensar los domingos de melancolía y empate sin goles. O que se le asocie a Joaquín, por ejemplo, como Sartre a Simone de Beauvoir. Y que en el imaginario quede aquella chilena en la que desaparecieron las leyes de la gravedad, y llegó un gol de los que confirman la existencia de Dios en el césped.
Se paró La Rosaleda en el 93', contra el Getafe, sí, cuando un titán de ébano voló literalmente y puso en cuestionamiento las resistencia de las fibras de las redes, el paño de la portería, donde quienes tienen la geometría del balompié asimilada saben que tienen que mandar la pelota.
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Por La Rosaleda, un río seco corre paralelo a la banda; nadie aún ha colocado un busto de Baptista en pleno vuelo.
Queda la memoria de aquel día, un primero de octubre de 2011. Cuando las gaviotas dejaron que un ángel fortachón les arrebatara las regiones transparentes del aire.
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