Fútbol
La hazaña iraquí del ayudante que rompió con Luis Enrique
Tras abandonar la selección española en febrero del año pasado, a Jesús Casas le han bastado unos meses para hacer al país campeón del Golfo Pérsico tras 32 años de sequía
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Iniciar sesiónJesús Casas (Cádiz, 50 años) ha triunfado a 6.225 kilómetros de su hogar. El entrenador, que saltó a la fama al ser parte del cuerpo técnico de la selección española de Luis Enrique, abandonó la roja en febrero del año pasado y, ... solo unas semanas después, ya estaba en Bagdad, capital de Irak, firmando un contrato de cuatro años para convertirse en el nuevo seleccionador del país árabe. Sin soltar el acelerador, el gaditano acaba de transformarse en héroe del fútbol de Oriente Medio al darle el pasado 19 de enero al equipo su primer triunfo en la Copa del Golfo Pérsico tras 32 años de sequía. Tras una merecida celebración («Solo nos queda la embajada española para rematar la fiesta», reconoce entre risas), el técnico atiende a ABC para desmenuzar su reciente éxito.
Los cánticos son estremecedores, casi se puede oír retumbar el estadio. Casas, sin tiempo para regocijarse, se encuentra en el palco de un partido de la primera división iraquí en busca de algún joven privilegiado que, quizás, pueda ayudarle en el futuro a alcanzar nuevas metas. «Es un país terriblemente futbolero, lo viven más que muchos europeos. Podemos hablar porque estoy en un sala con cristalera, si no sería imposible», explica el andaluz.
Ganar la Copa del Golfo ha supuesto un brote verde de felicidad para una nación que, hasta hace poco, estaba sumida en el caos a causa de las dos guerras del Golfo y el creciente peligro del terrorismo islámico. «Este torneo es el importante para ellos, porque juegan contra países vecinos y la rivalidad es máxima. Ha sido un hito», analiza el español, más aún si se tiene en cuenta el resultado de la final, donde los iraquíes sellaron el triunfo con un gol en el minuto 118 de la prórroga (3-2 ante Omán).
El camino hasta la victoria, para Casas, comienza con una ruptura. El andaluz había sido una de las manos derechas de Luis Enrique desde que el asturiano dirigió el Barça B. De analista de datos a ser uno de sus pilares en la selección española. Sin embargo, algo se torció el pasado febrero. «Era una relación que se había desgastado mucho, no tenía más cuerda y se acabó, ya está». Pero como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga y, tras estar en el mercado, donde tuvo diversas ofertas de clubes y selecciones, Casas recibió la llamada de Irak mientras el presidente de la federación del país árabe estaba de visita por Madrid. «Fue todo muy rápido, hablamos y nos citamos en Bagdad. Llegamos un viernes y el sábado estaba todo cerrado».
La picaresca iraquí
En Oriente Medio se encontró un país caótico y con un fútbol picaresco, de calle, como el de España en los años 70, según explica el gaditano. «No hay una estructura sólida, los chicos se crían jugando en la calle y de repente dan el salto a la primera división. Son intuitivos, juegan con dos piedras por portería, esa es la principal característica del futbolista iraquí». Pese a las ventajas que esto puede proporcionar, Casas cuenta que montar las convocatorias supone un verdadero quebradero de cabeza.
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Los mejores jugadores juegan en Europa y el que la Copa del Golfo se dispute en enero, en plena competición de clubes, dificulta la misión. «Hay mucho trabajo detrás de mi staff (entre los que hay varios españoles). Los dos meses previos a la competición nos empapamos de la liga local porque de Europa solo podían venir los de Suecia por el parón invernal. Fue difícil porque la opinión pública y los medios es muy crítica con los futbolistas que juegan en la liga local pero, afortunadamente, este triunfo puede ayudar a cambiar la mentalidad».
Tras la gesta, toca mirar hacia el futuro: «Soy muy cholista con esto, hay que ir al día a día. Ahora está todo el mundo volcado con nosotros pero esto es fútbol, aquí pierdes un par de partidos y no te quieren ni en tu casa. Tienen la ilusión del Mundial de 2026 pero es mejor ir paso a paso porque cualquier día, la cosa se acaba».
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