DARÁN QUE HABLAR...
Iker Bravo, personalidad, precocidad y goles
El delantero, en el Udinese tras pasar por las canteras de Barça y Madrid, lidera el ataque de España en el camino hacia su segundo Mundial sub-20, el primero desde la generación de Xavi y Casillas
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Iker Bravo celebra el gol ante Brasil que clasificó a España a los octavos del Mundial sub-20
Doce años han pasado desde la última presencia de la selección española en un Mundial sub-20, mientras que es necesario retroceder otros catorce para ver la única medalla de oro del combinado nacional en este torneo. En Nigeria allá por 1999, la generación ... liderada por Xavi y Casillas consiguió el primer título mundial en la historia de la selección. Un cuarto de siglo después, se presentaba España en Chile con la ilusión de volver a estar entre los mejores.
Un anhelo que cerca estuvo de tornarse en batacazo a las primeras de cambio, aunque los de Paco Gallardo consiguieron clasificarse con serias dificultades a los octavos, donde se miden este martes a Ucrania (21.30, Teledeporte), gracias a su victoria sobre Brasil en la peor actuación de una pentacampeona como la 'canarinha' en su historia. El autor del tanto que salvó al combinado español fue Iker Bravo (San Cugat del Vallés, Barcelona, 2005), un delantero de condiciones envidiables y un gran potencial todavía por explotar, siempre que su desbordante personalidad se centre en los goles.
Criado futbolísticamente en el Barcelona, donde llegó con cinco años, abandonó el conjunto azulgrana al alcanzar la categoría juvenil para viajar hasta Leverkusen. Un temprano cambio de aires no deseado pero que le ayudó para adelantar su madurez. «Yo recuerdo llorar en casa con mi madre porque no me quería ir, pero me dijo que tenía que salir de mi zona de confort. Me hice un hombre y aprendí un montón, sobre todo psicológicamente porque hubo momentos en los que lo pasé muy mal», recordó Bravo en una entrevista en 'Marca'.
Una etapa de dos años en el fútbol alemán en la que, además de curtirse, le llevó a hacer historia por su precocidad. Su prominente físico le permitió pasar en cuestión de meses de jugar con el cadete culé a convertirse en el debutante más joven en la historia del Bayer Leverkusen con 16 años. Días después, su estreno en la Bundesliga supuso el más temprano en la historia de la competición, aunque ambos récords fueron batidos en el mismo partido por el danés Sertdemir, compañero del barcelonés.
Progresar en el primer equipo teutón se antojaba difícil, lo que llevó a Bravo a regresar a España para seguir desarrollando su aprendizaje. Parecía hecho su fichaje por el Atlético, pero apareció el Madrid para hacerse con sus servicios. Un movimiento que le costó la animadversión por parte de la afición azulgrana. «No juzgo para nada a los fans del Barça que piensan que soy un mercenario o un traidor, como me dice mucha gente. Los entiendo perfectamente. Pero tomé una decisión y fue una decisión futbolística», reflexiona.
Una nueva etapa en la capital en la que destacó en el juvenil a las órdenes de Arbeloa, pero se topó de bruces con la severa gestión de Raúl en el Castilla. «Era un niño de 17 años con mucha personalidad. Si vienen mis amigos me gusta ir a tomar algo con ellos... y eso no va a cambiar. El problema era el momento cuándo se hacían. Raúl tenía razón en una cosas y en otras no, pero no es como la gente lo pone. Soy sincero y me equivoqué», reconoce.
Tras dos temporadas en el club blanco, se proclamó campeón de Europa sub-19 como mejor jugador del torneo y la falta de progresión que veía le llevó a hacer las maletas rumbo al Udinese. Protagonizó una decepcionante primera temporada entre la juventud y la adaptación, aunque con tan solo cuatro partidos disputados este año ya ha igualado su registro anterior. Un comienzo ilusionante de un delantero que tiene en el Mundial sub-20 la oportunidad de liderar a España en un torneo para la historia y poner la primera piedra del despegue definitivo, transformar a Iker Bravo de proyecto a realidad.