El histórico gol que hizo arder París, Zaragoza y España: «Ya me puedo morir tranquilo»

Los maños hicieron cumbre tras un duro y meritorio camino en el torneo: eliminaron sucesivamente al Gloria Bistrita rumano (1-2 y 4-0), al Tratan Presov eslovaco (4-0 y 2-1), al Feyenoord holandés (0-1 y 2-0) y al Chelsea inglés (3-0 y 1-3).

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Ángel Luis Menéndez

El triunfo definitivo ante el Arsenal fue especialmente placentero por la forma de alcanzarlo Y es que el Real Zaragozatocó el cielo en el último minuto: «Los penaltis amenazaban con su aplastante injusticia sobre el cielo de París. Quedaba un minuto para el final de la prórroga. Quizá menos. El balón, botando, cayó en los pies de Nayim a la altura del banquillo del conjunto zaragocista. Quería centrar. Apostaría por ello. Geli, desmarcado por la izquierda, le pedía con insistencia la pelota. Nayim la dio picuda, pero nunca un balón tan picudo tendrá tanto valor. El esférico se fue directo en busca de la puerta inglesa. Seaman, adelantado, sólo acertó a meterse con él hasta el fondo de su portería. Gol. ¡Qué gol! El Zaragoza, campeón continental. La Recopa de Europa es española».

«Fue la venganza de Nayim. Él más que nadie sabe lo que significa ganar al Arsenal. Jugó en el Tottenham, su eterno rival londinense. Por eso, a lo largo del partido había sido el más belicoso. Quien más había entrado en el cuerpo a cuerpo con los gunners. Tenía más de una cuenta pendiente con algún jugador. Anoche las saldó todas de una patada, de un patadón desde Dios sabe dónde, cuando la prórroga se acababa y los penaltis parecían la única fórmula válida para decidir una clásica final europea. Tensa, igualada, de escasa calidad técnica, muchas precauciones tácticas y muchos kilos de emoción…».

Lo sucedido sobre el césped del Parque de los Príncipes aquella noche de primavera parisina quedó resumido así en la crónica de ABC: «Así jugaron. Cedrún: bien. Belsué: muy bien. Aguado: bien. Cáceres: muy bien. Solana: bien. Nayim: muy bien. Aragón: bien. Poyet: bien. Pardeza: regular. Higuera: mal. Esnáider: bien. Sanjuán: regular. Geli: sin calificar. Lo mejor: El gol de Nayim, histórico. Los 15 primeros minutos de la segunda mitad. La concentración defensiva del equipo, sobre todo en el juego aéreo. Las entradas de Belsué por Ia banda. La segunda mitad de Cáceres y el esforzadísimo trabajo colectivo de todo el equipo. Lo peor: La primera mitad. Sin sitio, a merced del juego, contrajuego, del adversario. Ningún jugador afrontó la responsabilidad de bajar el balón y ralentizar. Faltó coordinación entre las líneas».

Segundos después del milagroso gol de Nayim, el italiano Ceccarini, árbitro del encuentro, pitó el final. Y a partir de ahí, la locura: «Fiesta. Fiesta. Fiesta. Fuera y dentro. En las gradas, en el césped, en el vestuario, en las calles de París, en el hotel... Y en Zaragoza. Casi una hora después de finalizado el partido, los diecisiete mil aficionados españoles continuaban en las gradas del estadio del Parque de los Príncipes. 'Que salgan los toreros'. Reclamaban a los nuevos campeones de la Recopa de Europa. La conferencia de prensa estuvo presidida, lógicamente, por la euforia».

Y entre tanto júbilo, una escena modélica e inolvidable: «Ejemplar el comportamiento de la afición zaragocista. Minutos después de celebrar con sus jugadores el título, comenzaron a corear el nombre del Arsenal, ante la incrédula mirada de los jugadores londinenses que se vieron obligados a saludar al 'fondo campeón'. Todo un detalle, mientras el presidente Solans botaba con sus jugadores, con su camiseta blanquilla puesta, por supuesto. Víctor Fernández (entrenador), el gran artífice de este Zaragoza, no sabía qué hacer con las manos»….

«El presidente Solans fue paseado en hombros por los jugadores. Belsué roció a Cafú con cava y la vuelta de los jugadores, ya duchados, y siempre con la Copa entre las manos, al césped fue emotiva. Sergi, lesionado y ausente ayer, fue el gran animador, megáfono en mano. La siguiente cita será esta noche en la plaza del Pilar».

Y a esa cita no faltó casi nadie. En 1995, Zaragoza tenía 600.000 habitantes. Según las crónicas de la época, casi un tercio de ellos se echaron a la calle el 11 de mayo «para recibir a sus 'héroes' y celebrar el triunfo que el miércoles cosecharon en París. Los incesantes vítores de la multitud contagió a los jugadores que uno tras otro tomaron en sus manos la Copa e hicieron vibrar a la muchedumbre que inundaba la plaza y las calles adyacentes».

«Los jugadores no daban crédito a lo que tenían ante sí. Casi 200.000 personas abarrotaban la Plaza del Pilar para verles. Cánticos, espontáneos e incontenibles gritos de júbilo, sollozos. Zaragoza se encontraba paralizada para recibirles. Nayim era un héroe, Cedrún el padre de la criatura (el año pasado había prometido en el mismo escenario, y tras la consecución de la Copa del Rey que iban a ganar la Recopa), Esnáider hacía vibrar con sus raciales gestos... y Víctor Fernández aunaba todos estos sentimientos. Apenas hubo discursos. El entrenador, poco dado a los baños populares, tomó el micrófono y se limitó a dar las gracias a todos, 'esta Copa es fruto del esfuerzo de todos, de vosotros y de nosotros'. Sin embargo las palabras más emotivas brotaron de la garganta del centrocampista que el miércoles marcó el gol que daba la victoria al Real Zaragoza. Nayim dijo: 'cuando le di al balón miles de aficionados estaban detrás de él empujándolo. El gol no fue mío, sino de todos vosotros'».

«Muchos seguidores blanquiazules no habían pegado ojo… Tras la celebración nocturna del triunfo de su equipo, bastantes habían 'enlazado' con el trabajo y al mediodía tras finalizar su jornada laboral, o en algunos casos saltándosela, se dirigieron al aeropuerto de Zaragoza para recibir al equipo... Con el trofeo por delante, los jugadores aparecieron en las portezuelas del avión, provocando el griterío de sus familiares que no habían viajado a la capital gala y de los seguidores más osados que se habían colado entre los periodistas locales y los agentes de la Guardia Civil que vigilaban para evitar disturbios. Al final los cánticos que llegaban desde fuera hicieron que la plantilla saliera para montar en el autobús que les llevaría a La Romareda. En este primer contacto con la afición el equipo se dio cuenta de lo que le esperaba en Zaragoza, el delirio de toda una ciudad, de toda una región, de todo un país. El público rodeó el vehículo y casi impidió que se pusiera en marcha. A trancas y barrancas lo consiguió, y la plantilla inició su trayecto hacia la gloria».

«Como es habitual en las ocasiones reseñadas, el altar de la Virgen del Pilar fue uno de los principales escenarios de las celebraciones deportivas del Real Zaragoza... El equipo ofrendó el trofeo conquistado en París a la patrona de la ciudad, que como no podía ser menos iba ataviada con el manto del club. Los infanticos de la Basílica entonaron sus cantos en honor de la Virgen en el momento en que los protagonistas de la tarde entraban en el templo. Allí, ante el silencio respetuoso de todos los fieles y de los seguidores del club, el capitán del equipo, Miguel Pardeza, fue el encargado de rendir tributo a la Virgen del Pilar. El veterano jugador pidió a la Virgen que les ayudara a que el año que viene el Zaragoza pueda ofrecerle un nuevo título. 'Hace unos meses te ofrecíamos nuestro trabajo ahora te ofrecemos nuestra victoria'…».

El equipo aragonés recibió incontables felicitaciones: «Sus Majestades los Reyes han enviado un telegrama al presidente del Zaragoza en el que le transmiten su más cariñosa enhorabuena por la victoria del miércoles y le piden que la haga extensiva a toda la plantilla del equipo. Asimismo, el presidente del Gobierno, Felipe González, envió un telegrama al capitán del Zaragoza, Miguel Pardeza, en el que felicita al club maño por su triunfo. En el telegrama, González señala que 'quiero hacer llegar mi felicitación a usted y a todos los jugadores del Real Zaragoza para satisfacción de la afición de su ciudad y de toda España, que les ha dado su aliento'». El mismo día de la final, los Duques de Lugo, presentes en el palco del estadio francés, hicieron lo propio tras bajar al vestuario zaragocista una vez concluido el partido.

Aquella Recopa fue un hito colectivo, pero con indudable protagonismo principal de Mohamed Alí Amar, Nayim (Ceuta, 5 de noviembre de 1966), centrocampista que jugó en el Barcelona (1986-88), Tottenham (1988-93), Zaragoza (1993-97) y Logroñés (1997-99). Su gol en París, por cómo, dónde y cuándo lo marcó, es historia del fútbol español y europeo. Y él no se cansa de recordarlo periódicamente con todo lujo de detalles. Sin ir más lejos, lo hizo hace cuatro años en ABC: «Cedrún saca en largo y el balón lo despeja Keown hacia donde yo estoy, pegado a la raya de cal de la banda derecha. Controlo con el pecho, el balón se me queda botando, levanto la cabeza y veo que Esnaider, Pardeza y Geli pueden estar en fuera de juego, por lo que me olvido de pasar, pero también veo que Seaman está adelantado. Instintivamente me salió el disparo... Le tenía controlado. Le conocía de mi paso por la Premier League y sabía que jugaba adelantado... Había que ser valiente y eso es lo que hice…. Aquella noche arriesgué y salió bien…»….

«De la celebración recuerdo una frase de mi padre. 'Ya me puedo morir tranquilo', me dijo. Me llegó al corazón. Él fue quien me inculcó el amor al fútbol. Fue mi ídolo, un currante que además jugó muchos años de portero en el Unión África Ceutí. Su sueño era que su hijo fuese futbolista, y pudo cumplir ese sueño y disfrutar de esos años tan buenos en el Zaragoza...», añade.

Había pasado mucho tiempo desde que el Real Zaragoza ganase el que era su único título internacional, la Copa de Ferias 1963-64, obtenida tras vencer al Valencia, también por 2-1, en la final disputada en el Camp Nou de Barcelona. Por eso, 31 años después, levantar aquella Recopa «fue una gesta. Por lo que ganamos y por cómo lo ganamos. Esa etapa en el Zaragoza fue espectacular. Disfrutamos del fútbol e hicimos feliz a mucha gente».