Heysel, la tragedia que fue el fin y el principio del fútbol
Hace 40 años, 39 personas murieron en la final de la Copa de Europa jugada por Juventus y Liverpool. A partir de ahí se incrementaron las normas de seguridad en los estadios
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Fue una de las tragedias más impactantes de la historia. Por su contexto, la final de un gran torneo deportivo internacional, y, derivado de ello, por la enorme e inmediata repercusión de unas imágenes terroríficas televisadas desde Bruselas y recibidas en directo por cientos de ... millones de ojos.
Hace 40 años, 29 de mayo de 1985, el prólogo del partido Juventus-Liverpool se tiñó de sangre cuando un grupo de 'hooligans' —ultras ingleses—, tras derribar una alambrada del estadio de Heysel que les separaba de los aficionados italianos, cargaron contra ellos. En su despavorida huida, los seguidores turineses se vieron atrapados y aplastados contra las vallas que separaban la grada del césped en varias avalanchas de pánico y violencia cuyo saldo final horrorizó al mundo: 39 muertos (34 hinchas de la Juve, dos belgas, dos franceses y un británico) y más de 600 heridos.
«El fútbol ha muerto»
Horrorizado, un periodista de la cadena pública británica BBC presente en el campo belga apenas acertó a describir lo vivido: «El fútbol ha muerto». En realidad, no murió. Fue el fin de una era donde los violentos campaban a sus anchas, fundamentalmente en Inglaterra. Y fue el principio de un fútbol más vigilado y seguro en los alrededores y en el interior de los estadios.
Los máximos organismos balompédicos europeo y mundial, UEFA y FIFA, consensuaron una primera e inédita, por su dureza, medida disciplinaria: prohibieron la presencia de clubes ingleses en competiciones continentales durante un lustro. En el caso del Liverpool el castigo fue doble, diez años, aunque luego quedó rebajado a a seis.
Además, FIFA y UEFA convinieron en impulsar la aprobación de nuevas normas en pro de la seguridad. La progresiva implantación de las mismas se vio abruptamente acelerada por otro drama más letal que el de Heysel. Cuatro años más tarde, 15 de abril de 1989, durante la semifinal de la FA Cup jugada en el campo de Hillsborough entre Liverpool y Nottingham Forest, 96 aficionados murieron aplastados contra las vallas debido a una avalancha, fruto del exceso de localidades vendidas.
Margaret Thatcher, primera ministra del Gobierno británico, dolida, avergonzada y harta, encargó la elaboración de un estudio a Lord Peter Taylor, presidente del Poder Judicial de Inglaterra y Gales. El conocido como 'informe Taylor' abrió una nueva etapa en el fútbol mediante la aplicación de importantes cambios en los campos.
Entre otros: supresión de las vallas; obligatoriedad de que todo el público asistente se encuentre sentado; prohibición de la venta de bebidas alcohólicas; mejora en los accesos con salidas claramente identificadas y visibles para posibilitar una evacuación rápida en caso de necesidad; complementar la presencia de agentes de policía con guardas de seguridad capacitados para organizar grandes grupos y mediar en caso de ser necesario; restringir la venta de entradas en las taquillas de los estadios el mismo día de partido, priorizando la compra de abonos para la temporada completa; criterios obligatorios del nivel de seguridad y confort de los estadios; prohibido introducir cualquier tipo de elementos rígido que pudiera ser utilizado como arma arrojadiza; separación de los hinchas de los distintos equipos mediante cordones de seguridad; cacheos en las puertas del campo; prohibición de simbología violenta o agraviante para el oponente; instalación de cámaras de video que registren lo que sucede en las tribunas; aplicación del derecho de admisión; o confección de registros de hinchas que recoge información del público que asiste al fútbol.
Cuatro décadas después de lo ocurrido en Heysel, los estadios son infinitamente más seguros en Europa —en otros continentes, América del Sur, África y Asia sobre todo, la mejoría no ha sido tan evidente—. A finales del siglo XX y durante los primeros años del siglo XXI, esa paz relativa se respiraba también en las calles, pero en los últimos lustros se ha producido un renacer de los grupos ultras en no pocos países, cuyos desplazamientos en citas internacionales provocan graves incidentes en las calles de las ciudades y traen de cabeza a las autoridades competentes.
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