Haaland es una monstruosidad

El City, que había mostrado su versión más conservadora en la ida en Alemania, comenzó el duelo con una marcha más que sus rivales, incisivos y ambiciosos, también conscientes de que el resultado global (1-1) podía volverse en su contra en cualquier momento. Guardiola cocinó una de sus recetas experimentales (Stones pasaba del lateral a centrocampista en la salida de balón) para que el equipo llegara al medio con seguridad y, entonces, desbocarse hacia la portería rival. La pizarra funcionó y Haaland, tras un gran pase largo de Ake, estuvo a punto de hacer el primero de los locales.

En medio del bombardeo al que sometían los locales al área visitante, llegó el primer gol. Henrichs rozó con los pelos del brazo un cabezazo de Rodri (muy polémica la acción porque el contacto de alemán con el esférico fue casi imperceptible, no para el VAR) y Haaland, desde los once metros, puso el 1-0. Se debió de quedar en shock el Leipzig tras la decisión arbitral porque en la siguiente jugada, cayó el segundo.

Recuperó el City tras una gran presión coral, acción que hizo que De Bruyne estuviese a punto de partir el larguero con un disparo desde la frontal. Haaland, que está en todas, aprovechó el rechazo para hacer el 2-0 a placer con la cabeza. El Leipzig era un equipo arrasado por un huracán noruego en dos minutos. Entre tanto fogonazo, comenzó a nevar en el Etihad y antes del descanso, la bestia, el berserker, hizo el tercero tras entrar como un búfalo en la portería rival cuando el esférico se paseaba por la línea de gol tras un cabezazo de Rúben Dias.

Tras la reanudación, los de Guardiola dieron rienda suelta al festival goleador: Gundogan hizo el cuarto tras un bello recorte y un potente disparo al palo largo y Haaland sumó su cuarta muesca de la noche tras una embarullada jugada en el área teutona. Repitió el nueve unos minutos después, metiendo el partido en los libros de historia de la Champions. El partido acabó cuando, ante una ovación atronadora, Haaland fue sustituido en el minuto 63. Ya no importaba lo que pasara, el monstruo se había retirado a la cueva tras pegarse un banquete y apuntarse a los cuartos de final. De Bruyne le puso el lazo a la noche tras meter un golazo, el 7-0.