Los CROMOS DE NIETO / HISTORIAS DE EUROCOPA
Schuster, el 'ángel rubio'
Brilló sólo una vez con su selección, pero de una manera inolvidable
Marcelino: café, copa y puro
Madrid
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Iniciar sesiónDice un topicazo poco lírico que lo bueno, si breve es dos veces bueno. Por eso ese ángel rubio que es Bernd Schuster, antes de españolizarse y coger acentillo de la Baja Andalucía, regaló con su selección alemana el brillo del medio ... del campo que sólo él tenía en el oráculo de sus botas.
Fue una Eurocopa, una, la de Italia 1980, allí donde un veinteañero de ojos glaucos enamoró por esos raros milagros que a veces permiten los volubles dioses del fútbol. Enamoró Bernardo a Italia entera, pero también enamoró a la Alemania Occidental en eso que llaman la creación de juego.
El bueno de Bernardo, ángel efímero además de rubio, desembrolló el mediocampo y metió el pase en los anales del balompié como una de las bellas artes.
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Ignacio TylcoSchuster era más que un creador que solucionaba los atascos con vocación ofensiva; era la 'juventud creadora' de una selección que debía quitarse el vacile de haber perdido cuatro años antes la final con el penalti de Panenka, al que dedicamos ya un merecido cromo. Lo que Schuster aporta a la Humanidad fueron pases que ni la IA, en el estadio San Paolo, donde su presencia evitó que Holanda les remontara tres goles. Era ya un ídolo, un genio aún imberbe, y la estrella que esperaba ese campeonato. Una estrella fugaz con la 'Mannnschaft'.
Contra Bélgica, Schuster, que conocería la Fiesta nacional, hizo otro partido torero, de romperse las manos con aplausos y de dejar para la caprichosa posteridad un corolario de cómo ponerse los galones cuando aún afecta el acné.
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Su mayor desempeño, repetimos, aconteció en la final ante Bélgica, la siempre deseante Bélgica, aunque Hrubesch, pese a la ilusión triste de los belgas en el descuento, ponía en el marcador la verdad de una Alemania imparable.
Justo ahí se perdió el rastro con su selección. Luego se vino al sol de España, se dejó bigote y la historia ya se sabe. Conoció el fútbol ibérico, en sus grandezas y sus miserias, y no se le puede negar que sea un poco nuestro.
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