Una selección que no dejó de crecer
Dani Olmo fue la idea con la que Luis Enrique dominó a Italia
De su nevera sacó Luis Enrique la idea del falso ‘9’. Sin alterar el 4-3-3 llevarlo al límite para crear una cierta superioridad en el mediocampo. Olmo, como nueve que se iba del ‘agarrao’ de Chiellini y Bonucci, compensó con creces el 3+1 ... italiano, que a sus tres medios suma la posición interiorizada (y realmente puñetera) de Insigne. En esto no había solo una medida de Luis Enrique para poder tener y tener bien la pelota (la gran cuenta pendiente que le quedaba, el regreso triunfante de la posesión), había además una cita. España se citaba a sí misma, pues en su última gran victoria ante Italia, en 2017, Lopetegui jugó con falso ‘9’.
Olmo estuvo estelar como ‘uomo in più’ del que hablaba Sorrentino, y España subió la presión hasta extremos de una completa insensatez, de una ambición emocionante. Koke se metía en área ajena, y Olmo se iba a por Bonucci, de modo que Donnarumma las sacaba todas al estanque. Luego, cuando España jugaba, Olmo bajaba hasta la media, su primer balón lo tocó como mediocentro, bajando hasta los inicios del juego. El planteamiento de Luis Enrique estaba, además, reforzado por Eric García, que estuvo colosal sacando la pelota con gran seguridad. España titubeó un poco al principio, cuando la presión italiana aún era alta e insidiosa, peligrosa, y clásica aunque estuviera más arriba, pues el ‘catenaccio’ se dice que fue inspirado por la red de los pescadores. Era una red, Italia, y provocó algún temblor inicial en España y el habitual salir de cine mudo de Unai Simón, pero se fue replegando a medida que España se hacía con el balón. España fue convirtiendo a Italia en la de siempre, resignándola al ‘catenaccio’, a la guarida primordial de Chiellini.
Olmo hacía kilómetros y kilómetros, y como falso ‘9’, o como medio incorporado, recordaba a aquel Bakero de espaldas y toque sucinto, único, pero fundamental para la superioridad del mediocampo. Además, Busquets añadía fluidez al juego de España con algunos toques de primeras. Su sencillez desarmaba estructuras enteras de presión. En esos minutos se vio, con algo de nostalgia y no poco orgullo, la superioridad de ese fútbol español. En la capacidad para disolver la densidad de la media en tres toques únicos de Busquets, Pedri y Olmo.
Pasada la media hora, España tenía dos problemas. Uno es que un 70% de posesión, sin goles, siempre despierta al rival; otro era el desempeño físico, el ir y venir, especialmente de Olmo. Él puso a prueba a Donnarumma, con un tiro en el 25, pero sobre todo a los centrales, pues los dejaba en evidencia cuando sacaban la pelota y cuando no lo acompañaban al mediocampo, de donde salía con movimientos inteligentes que liberaban un espacio que España no ocupaba. Esa era la cuestión pendiente. Que alguien invadiera ese lugar donde los centrales juventinos estaban parapetados.
Pero España había sofocado ya el brío italiano, y el aspecto de Mancini era menos rozagante; España había puesto en perspectiva a Italia, le había quitado el vibrato, la voluntad de estilo, devolviendo las cosas unos años atrás. Estaba siendo el mejor partido de España y una de las demostraciones tácticas de la Eurocopa. Los jóvenes, confirmados en su fe tocadora, incluso parecían divertirse en su búsqueda de un último pase que no terminaba nunca de llegar. Italia había sido reducida a un ‘catenaccio’ involuntario, resignado, y su único peligro era la verticalidad de Insigne y el error ajeno. Los espacios enormes. Luis Enrique había planteado una restitución histórica, pero la Italia de siempre, la eterna, no era poca cosa. En esa posición sabían estar. El gol de Chiesa al contragolpe lo confirmaba y nos devolvió a Morata como referencia y como carácter. España luchaba contra el tiempo, contra su dificultad para el gol y contra el rival. Italia había recibido dos goles en 17 partidos. ¿Cómo le haría uno España? Con un semidoble pivote con Rodri y con Morata, el ‘sí o sí o sí’ de Luis Enrique, y su gol fulgurante. España, flamenco y bachata, flamenco y bachata; y renacida por el gol y el pulmón adicional de Llorente se fue a por la tercera prórroga.
Logro de Luis Enrique: recuperar la personalidad histórica de España. Logro de los jugadores: crecer (explotó la individualidad de Olmo). España no ha dejado de mejorar y su personalidad se proyectó en parte de la prórroga. En los penaltis falló Morata, pero ya nadie se podrá reír de él.