EL BAÚL DE LOS DEPORTES
«¡Cochinos españoles!»: el futbolista asesinado de una brutal paliza en Argelia
Hace 90 años, 25 de junio de 1933, varios policías franceses mataron a golpes a Fernando Vigueras, jugador del Atlético de Madrid
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Hay cartas al director que son joyas periodísticas. Párrafos, como los que a continuación se reproducen, tan espeluznantes como informativos. El siguiente texto, publicado por el semanario 'El Duende' (julio de 1933), describe lo sucedido el 25 de junio de ese año en Argelia ... . Lo firma José Vigueras Murube, primo de Fernando Vigueras Domínguez, futbolista del Atlético (entonces Athlétic de Madrid) que murió de una brutal paliza propinada por varios policías franceses (el país africano fue provincia gala hasta 1962).
«Muy señor mío: Visto con el calor y justicia que vuestro periódico protesta por el vil asesinato cometido en Argel por los polizontes franceses en mi primo Fernando Vigueras, me tomo la libertad de molestarle para informarle de algunos detalles, con objeto de que España entera conozca los tratos y consideraciones que generalmente gasta la policía francesa con los súbditos españoles.
Mi pobre primo Fernando era hijo del comandante de Marina de Málaga, y su padre, durante la gran guerra, estuvo defendiendo en un barco a los franceses, como delegado español, con objeto de que dicho barco fuese respetado por los alemanes. ¡Y hoy agentes de ese mismo Gobierno asesinan a su hijo más querido! ¿Así es como nos quiere y respeta la República hermana? ¡Veremos lo que hace nuestro ministro de Estado!
Estoy bien informado, y sé que Fernando y sus compañeros sólo cenaron, y no estaban embriagados, como sostienen algunos periódicos franceses. Fernando, acompañado por algunos de sus compañeros, entre ellos Martínez; Castillo y Mendaro, cenaron en el 'dancing' (bar de copas) 'Le Perroquet'. Al salir, dos mujeres disputaban en la calle; mi primo se acerca a ellas, indicándolas que no peleasen, pues éstas habían llegado a las manos; estando convenciéndolas, acude el gendarme Legrand, quien sin mediar palabra, y por la espalda, le asestó un terrible golpe, cayendo la víctima al suelo, de donde lo levantaron sus compañeros. Y no pareciendo satisfecho el citado Legrand, pide ayuda, y los cuatro muchachos del Athlétic se ven rodeados por más de quince guardias, los cuales les dieron una salvaje paliza, esposándolos y llevándolos, cual si de fieras se tratara, por todas las calles de la población, sin cesar de golpearlos, cayendo Mendaro al suelo sin sentido y salvándose de una muerte segura gracias a unos españoles que lo recogieron y lo trasladaron al hotel.
Ya dentro de la Comisaría, mi pobre primo fue el que más se indignó y protestó del bárbaro atropello con ellos cometido, y sobre él cargaron con salvaje furia los gendarmes Legrand, Saint-André, Burgeon y Lozano, que fueron los autores y a los que acuso de su muerte. Ya cadáver Fernando, lo pisotearon, dándole tan tremendo pisotón en la boca, que ésta la tenía por completo desfigurada y sin ningún diente; otro de los golpes le echó fuera un ojo, y en la ingle tiene señales y heridas horrorosas; la espalda, perdida por completo la piel y toda amoratada; las manos hechas polvo, y por último, el cráneo completamente destrozado. Todo esto comprobado por los médicos españoles señores Carrión y Camino, a la llegada del cadáver a Utrera.
Los guardias daban gritos de '¡Duro con ellos, que son súbditos de Mussolini!', y cuando los muchachos dijeron que se equivocaban, que eran españoles, los salvajes guardias gritaban: '¡Más fuerte, que son cochinos españoles!'; dándose el triste caso de que, ya Fernando cadáver, y no pudiendo los compañeros con él, rogaron a los guardias que les ayudasen, y éstos contestaron que no se manchaban ellos con sangre de un cochino español. En Utrera todo el pueblo está indignado y protesta enérgicamente ante el ministro de Estado de este inicuo y bárbaro crimen. Pedimos un ejemplar castigo para los culpables.
Además, los médicos franceses, después de cobrar una cantidad exorbitante por el traslado del cadáver, embalsamamiento, etcétera, nos engañan miserablemente, pues cuando aquí el señor juez de instrucción ordenó se destapase la caja para reconocerlo, se vio con el mayor asombro que el cadáver no estaba embalsamado y que venía en pésimas condiciones de conservación. Le ruego, señor Director, dé cabida en el periódico de su digna dirección a esta protesta de todo un pueblo, que arde de indignación por el bárbaro asesinato de un paisano. Quedándole de usted agradecido, su afectísimo, q. e. s. m., José Vigueras Murube. —Piloto-aviador civil».
Versión oficial: «Sufrió una caída»
Fernando Vigueras tenía 24 años. Nacido en Utrera (Sevilla) el 30 de septiembre de 1908, jugó en el Cartagena (1928 a 1930), el Murcia (1930 a 1932) y el Athlétic de Madrid, tres equipos que militaban en Segunda. El centrocampista andaluz disputó un total de 55 partidos en la división de plata. Aquel junio de 1933, el club rojiblanco realizó una gira de amistosos veraniegos por el norte de África. Vigueras y los demás miembros de la plantilla embarcaron el día 13 en Alicante rumbo a Argelia.
El Atlético debuta goleando (6-1) a una selección local en Argel. Después se desplaza a Orán, donde jugará y perderá dos partidos consecutivos ante el Admira de Viena (0-2 y 0-5). La expedición madrileña retorna a la capital argelina y el domingo 25 de junio el Atlético empata (4-4) con el Racing Club. Los futbolistas españoles regresan a su hotel, cenan y deciden salir a dar una vuelta por la ciudad.
Apenas tres horas más tarde, Vigueras había muerto. Esta fue la primera versión oficial del suceso: «Por la noche, el jugador del Athlétic Vigueras, que daba un paseo después de cenar con varios compañeros, sufrió una caída, con tan mala fortuna, que se fracturó el cráneo. Cuando ingresó en una clínica, falleció» ('El Sol', 27-06-1933).
Además, las autoridades argelinas insinuaron que los futbolistas habían bebido más de la cuenta. Pero la mentira duró poco. Comenzaban a llegar declaraciones de testigos directos que desmentían el accidente. «Parece que rodean extrañas circunstancias al fallecimiento del 'equipier' del Athlétic», tituló el diario 'Ahora' (29-06-1933): «Como había motivos para temer, la muerte del infortunado jugador del Athlétic, Fernando Vigueras, no se ha producido a consecuencia del banal accidente (una caída casual en la calle) que señalaban los primeros informes. Los llegados con posterioridad, aunque incompletos y confusos todavía, hablan de una disputa en un cabaret, en la que intervinieron el desgraciado jugador, Alfonso Martínez y Castillo, y de una intervención de la Policía francesa de Argel. Se asegura que el fallecimiento ocurrió en la Comisaría, adonde fueron trasladados los tres jugadores españoles. Según nuestras noticias, el Athlétic de Madrid realiza gestiones para que se pongan en claro las circunstancias en que se ha producido la irreparable desgracia».
A Melilla con el cadáver del compañero
El Atlético, siguiendo el plan de gira previsto, arribó tres días después del suceso a su siguiente destino: Melilla. Los miembros de la expedición, anímicamente destrozados, viajaron junto al féretro con el cuerpo inerte de su compañero y amigo. «En el vapor 'Puchol' ha embarcado, con rumbo a Málaga, el cadáver del medio ala del Athlétic de Madrid Fernando Vigueras, cuyos restos llegaron esta tarde procedentes de Argel y Orán. El camión que los conducía venía cubierto de flores naturales y de coronas dedicadas por los cónsules y Casas españolas. El desfile de la carroza por las calles de Melilla ha constituido una imponente manifestación de duelo, que presidian un hermano del finado y representaciones de varias Sociedades deportivas». ('Ahora', 30-6-1933).
Ya en Melilla, sabiéndose en territorio español, los compañeros que iban con Vigueras en la fatídica noche de autos contaron con libertad y detalle lo sucedido. 'El Popular' publicó una amplia información en la que reproducen las declaraciones de uno de los jugadores, Martínez, «en cuyo rostro y manos se observan todavía bien claras las huellas de los golpes», señala el diario melillense.
«Habíamos cenado y salimos juntos a dar una vuelta el pobre Vigueras, Mendaro, Castillo y yo —comienza el relato de Martínez—. Ya más tarde decidimos buscar a los compañeros, y al efecto estuvimos en diferentes establecimientos. Como no diéramos con ellos decidimos entrar un rato en un cabaret, y ocupamos una mesita, pidiendo whisky, que no bebimos, porque nos desagradaba; bailamos un par de piezas, y al cabo de una media hora de estar allí decidimos marchamos. No cometimos la menor incorrección, ni había tampoco motivo para ello, y una prueba concluyente de que no estábamos bebidos ha sido la diligencia de autopsia, habiendo declarado los médicos forenses que no contenía Fernando en su estómago nada más que la cantidad de cerveza que ocupan tres 'bocks'. Esto para un hombre de la capacidad física de Fernando no supone nada en absoluto».
«Yo tengo la completa seguridad de que la herida que causó la muerte a Fernando se la infligieron a culatazos de pistola»
Alfonso Martínez
Futbolista del Athletic de Madrid
«Al ir a ganar la puerta entablaron discusión unas chicas allí sentadas, y de improviso una de ellas lanzó un vaso a otra. La discusión de ellas degeneró en riña, llegando a las manos, y entonces Femando se acercó al grupo, tratando de apaciguarlas. Al ruido de los gritos que proferían las mujeres acudieron unos guardias, y al ver que Fernando estaba entre ellas, sin mediar palabras, lo agredieron por la espalda, volviéndose entonces éste, y sin darse cuenta de que se trataba de los guardias le propinó un puñetazo al que tenía más cerca. Al ver que agredían a Femando, Mendaro, que estaba junto a él, intervino, recibiendo entonces tan fuerte golpe, que quedó en el suelo desmayado, siendo atendido por unos jóvenes compatriotas que se encontraban allí. Seguidamente nos esposaron a los tres, y ya en estas condiciones empezaron a golpearnos, dándonos infinidad de puñetazos y patadas, e incluso se nos golpeó la cara con unas esposas. (Y al decir esto me enseña el dorso de sus manos, todas amoratadas e inflamadas, con las que protegía su rostro de los golpes)».

Vigueras tenía 24 años y jugó en el Cartagena, Murcia y Athlétic de Madrid, equipos que militaban en Segunda División
«Durante el camino no se nos dejó de pegar ni un solo momento, y cuantos transeúntes trataban de evitarlo corrían la misma suerte que nosotros. Lo que quiero hacer resaltar con más fuerza es que Fernando no se cayó en ninguna escalera. No pudo haberse caído sin yo verlo, porque le seguía a una distancia no superior a cinco metros. En este punto han coincidido en sus declaraciones unos señores franceses que nos siguieron hasta la Comisaria. Una vez en la Comisaría, donde se juntaron unos doce o catorce guardias, se ensañaron con nosotros de una manera terrible y despiadada, exasperados, a mi parecer por la actitud pasiva con que Femando recibía los golpes sin proferir una queja. Hubo un momento de verdadera locura. Yo tengo la completa seguridad de que la herida que ha causado la muerte a Femando se la infligieron a culatazos de pistola. De uno de estos golpes, Fernando cayó al suelo desplomado, manando abundante cantidad de sangre, y fue en este momento cuando tuve ya una visión de lo que había de ocurrir, e invadido por el miedo empecé a gritar con todas mis fuerzas pidiendo socorro (gritos que los testigos han declarado haber oído desde la calle), recibiendo entonces un golpe en la nuca que me hizo caer desmayado sobre el cuerpo inanimado de Fernando».
«Al hospital en estado gravísimo»
«A poco recobré el conocimiento; pero como viera que a Castillo le seguían pegando y lo arrojaron sobre el montón que formábamos Fernando y yo, continué en la misma posición, diciéndole en voz baja que no se moviera, a ver si de este modo les inspirábamos lástima y cesaban en el castigo. Nos obligaron a levantarnos a patadas, lo que hicimos Castillo y yo; pero al ver los puntapiés que daban a Fernando, sin que éste se moviera, lo levantamos nosotros, tendiéndolo en un banco y rociamos con agua el rostro. Al observar que no volvía en sí, solicité un médico. Como no fueran a buscarle, empecé a gritar nuevamente, lo que me valió otra serie de puñetazos».
«Le dieron a aspirar éter; pero como no recobrara el conocimiento insistí nuevamente en que se buscase el auxilio de un médico, al que llamaron al fin, y una vez que lo hubo reconocido dijo que se encontraba gravísimo y que era necesario llevarlo al hospital, lo que efectuamos en el coche, ayudados por el delegado del Club, que había sido avisado por Mendaro, y un agente. Estando en el hospital, vino un agente con orden del jefe, que había llegado a la Comisaria, para que presentáramos nuestra documentación, para lo cual tuvimos que ir a buscarla al hotel, y de ahí regresar nuevamente a la Comisaría».
«Una vez comprobada nuestra personalidad por el comisario de Policía, le rogamos inquiriera noticias del pobre Fernando, lo que hizo por teléfono, comunicándonos entonces la fatal nueva, que nosotros recibimos con tal excitación y nerviosismo, que fue preciso darnos algo para calmarnos. Posteriormente se nos tomó declaración, reconstituyéndose el hecho, con lo que han coincidido en todos los puntos unos jóvenes franceses que fueron testigos de cómo se nos trató en la calle y oyeron los gritos en la Comisaría. El juez instruyó las diligencias en la Comisaría de Policía, la que presentaba señales inequívocas del drama que allí se había desarrollado, llenando el pavimento grandes charcos de sangre».
«El parte facultativo dice que la herida de la cabeza es mortal de necesidad, y esto es una prueba también de que no se dio ningún golpe en la escalera, pues no le hubiera sido posible seguir a pie hasta la Comisaría, y allí aguantar con gran estoicismo los terribles golpes que le dieron, y que le causaron la muerte».
Indignación en España
El goteo continuo de los detalles de tan brutal agresión hace crecer la indignación en la sociedad española. Como ejemplo, el titular de 'El Heraldo de Madrid' (4-7-1933): «¿Va a quedar impune el suceso en el que, al parecer, el jugador del Athlétic de Madrid fue muerto a palos?». El club madrileño interpuso las pertinentes denuncias al alimón con la Federación, y diversas asociaciones y entidades exigieron la actuación del Gobierno español. El 8 de julio el Ministerio de Estado hizo público el siguiente comunicado:
«En relación con las informaciones que vienen circulando estos días en la Prensa respecto a las circunstancias en que tuvo lugar el fallecimiento en Argel del jugador de fútbol y compatriota nuestro Sr .Vigueras, interesa al ministerio de Estado hacer público, para calmar la natural emoción producida en la opinión española, que desde el mismo instante en que se produjeron los hechos vienen actuando de una manera ininterrumpida tanto la Embajada de la República en París como el cónsul de la nación en Argel, de conformidad con las instrucciones enviadas por este ministerio. Conviene, por tanto, suspender todo Juicio y esperar con serenidad el resultado de las investigaciones oficiales, que se llevan a cabo con la máxima actividad y garantía y con el firme propósito, no sólo de averiguar lo ocurrido, sino de concretar las eventuales responsabilidades que pudieran derivarse».
No sirvieron de nada ni la indignación ni las actuaciones gubernamentales. El asunto se alargó y, más de un año después, a mediados de diciembre de 1934, Martínez, Mendaro y Castillo fueron llamados por el juzgado de Argel para que viajasen a reconstruir los hechos. No pasó ni una semana y el juez argelino dictó sentencia. Absolvió a los cuatro policías «con todos los pronunciamientos favorables y señalando la culpabilidad de la víctima. ¿Culpabilidad de qué? Vigueras fue detenido equivocadamente en una riña, y llevado a la Comisaria, en donde le golpearon hasta causarle la muerte» ('La Tierra', 21-12-1934).
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