Fútbol / Champions League
Desastre, cabezas cortadas y puñetazos: el Bayern de los líos
Bundesliga
Con medio cuerpo fuera de Europa y tras una racha de destituciones y escándalos diversos, el gigante de Múnich vuelve a mostrar las costuras de un club con fama de modélico
Severo castigo del Bayern, que no perdona a Mané su agresión a Sané
Sané, el sábado, con el labio todavía afectado por el puñetazo de Mané
Con unos 300.000 socios registrados, el Bayern de Múnich es el club deportivo más grande del mundo; ningún otro tiene tantos afiliados. También presenta un perfil inusual en Europa: su enorme superioridad financiera le convierte casi en campeón automático de la Bundesliga, un ... equipo clásico que representa al fútbol alemán en el concierto europeo con su vitola de buenas formas y gestión eficiente. Los últimos meses, sin embargo, han deparado estampas preocupantes en el club bávaro: en febrero, el portero Emmanuel Neuer concedió una entrevista muy crítica con su club tras haberse partido la tibia en una estación de esquí tras el Mundial (y perdió la capitanía por ello); hace un mes, la plantilla forzó la destitución de su entrenador, Julian Nagelsmann, dos semanas antes de unos cuartos de final de la Champions League; esta misma semana, tras caer 3-0 en Manchester, dos estrellas del equipo (Sadio Mané y Leroy Sané) protagonizaron la resaca con una pelea en el vestuario del Etihad Stadium (tuvieron que ser separados por varios compañeros; el jugador senegalés fue apartado del equipo y multado con medio millón de euros).
Para un club que tradicionalmente se ha autodefinido con valores como la hospitalidad, el paternalismo y el trabajo en equipo, el labio partido de Leroy Sané es un escándalo contracultural que recuerda al puñetazo de Frank Ribery a Arjen Robben, hace 11 años, por una disputa sobre quién debía lanzar una falta. Aunque no ha trascendido qué elemento de la disputa iniciada sobre el césped prendió fuego después, es evidente que la derrota ante el City y los inesperados aprietos en Liga (donde sólo lleva tres puntos al Dortmund, que le perdonó la vida este fin de semana) han colocado al club al borde de una de esas crisis autodestructivas que en una época, a fines del siglo pasado, le granjearon el apodo de 'FC Hollywood'.
El desafío del nuevo entrenador, Thomas Tuchel, es triple: primero, debe ganar la Bundesliga (su equipo ha conquistado las diez últimas); segundo, debe también maquillar este miércoles como mínimo el pobre rendimiento demostrado en la ida ante el City, donde el equipo cayó fundido por el error de Upamecano en el 2-0; tercero, habrá de gestionar la renovación de una plantilla que añora todavía a Robert Lewandowski y escucha desde hace un par de temporadas las palabras 'relevo generacional'.
La conquista de la que sería la undécima liga alemana consecutiva se ha convertido en un asunto más relevante de lo esperable para un equipo que ha llegado a ganar campeonatos por 25 puntos de diferencia, acostumbrado a debilitar a su gran rival (el Borussia Dortmund) cuando produce un jugador franquicia (véanse los fichajes de Götze, Hummels o el propio Lewandowski en la última década). Aunque el Bayern emergió de la pandemia del coronavirus como referente de club mejor gestionado que otras potencias europeas (Juventus o Barcelona, por ejemplo) frente a la irrupción de los petrodólares (el 2-8 frente al Barcelona de Messi en la Champions de 2020 fue su momento cumbre), su poderío también se ha visto resentido por la nueva pujanza de los clubes–estado y de la Premier, cuyos equipos se fijan crecientemente en la Bundesliga como caladero de pesca (y pueden, además, prometer salarios incluso mejores).
La marcha prematura de Nagelsmann es responsabilidad directa, según la prensa alemana, del vestuario muniqués. Los jugadores del Bayern sospecharon desde un inicio de su juventud y escasa trayectoria futbolística como jugador. Tras una primera temporada tibia, el equipo ha mostrado este año una preocupante falta de confianza y de seguridad, apostillada definitivamente por la implosión del equipo en el último tercio del partido de Manchester. Muchos jugadores están lejos de su peor versión, algo que volvió a quedar confirmado este sábado en el empate ante el Hoffenheim (y que fue mencionado por Tuchel en la rueda de prensa).
La fórmula de gestión discreta y profesional que dio al Bayern tantos éxitos en la década gloriosa de 2010 parece haberse disuelto un año y medio después de la llegada de Oliver Kahn a la dirección general del club. Y con la ventaja de la perspectiva, cabe probablemente ver en la áspera salida de Lewandowski el verano pasado una primera señal de oxidación. El fuerte conflicto entre el club y el ya excapitán Neuer hace dos meses volvió a llevar a la institución al límite. La salida de Nagelsmann es la tercera prueba de que el equipo no tiene rumbo claro, aunque mantiene una seña de identidad: las estrellas siguen mandando mucho.
El empate ante el Hoffenheim sólo aumentó la tensión antes de la vuelta europea del miércoles. «Nos asombra nuestro rendimiento», dijo este sábado el capitán, Thomas Müller; «ya podemos dar gracias al Stuttgart» [por empatar 3-3 ante el Dortmund], «el entrenador también está muy sorprendido». Tuchel, que el miércoles pasado dijo haberse «enamorado» de su equipo pese al 3-0 en Inglaterra, reconoció este sábado tras empatar en liga que «era el momento de dar un paso claro hacia adelante [...] y de despertar el fuego y la confianza; no tuvimos éxito en ninguna de esas metas». El único optimista, por lo que parece, es el presidente del equipo, Herbert Hainer, que este fin de semana afirmó al diario 'Bild' sobre el puñetazo de Mané (que calificó de intolerable): «Él y Leroy Sané se desahogaron. Algo así puede ser incluso como una lluvia sanadora…».