El Barça se rinde y pierde en Vallecas ante el Rayo

Triste noche, poco interesante, horario demencial, ninguna emoción porque a estas alturas dan lo mismo 11 puntos que 14 y más con un Madrid que hace muchos meses que dejó de interesarse por la Liga. Vaivén estéril de mal fútbol, sin que ninguno de los dos equipos aportara ninguna luz ni ningún jugador hiciera algo remarcable para darle a la noche alguna hermosura. Sólo Ter Stegen brillaba en lo poco que el Rayo era capaz de generar, siempre partiendo de imprecisiones del Barça. Hasta que en el minuto 20 ni el portero alemán pudo evitar el gol del Rayo con un muy buen disparo cruzado de Álvaro García.

Lewandowski pudo empatar, pero Dimitrievski, después de sus labores, no quiso ser menos que Ter Stegen y respondió tapando con la cara el disparo del polaco. Estas dos jugadas adecentaron un poco el partido, que tuvo a partir de entonces algo más de fluidez, aunque sin llegar a nada del otro mundo. Y sin demasiada continuidad, porque pronto volvimos a las andadas. Tampoco es que el Barça jugara de vergüenza ajena, pero no encontraba el ritmo, estaba encallado. Faltas duras, innecesarias. Los pases largos no funcionaban. No había conexión entre el emisor y el receptor. Especialmente Araujo tenía una noche aciaga. El Barça buscaba su profundidad y encontraba su vacío.

Sólo Pedri tuvo un momento de luz al filo del descanso, magnífica asistencia, pero el gol de Lewandowski fue anulado por fuera de juego. El Rayo fue superior pero el Barça no tenía tan lejos el empate.

La segunda parte empezó como la primera: el Barça más batallador pero igual de impreciso; el Rayo mejor, más motivado, más suelto, ganaba todos los duelos, y Fran García cruzó un buen disparo para batir a Ter Stegen. Araujo, en su peor noche en mucho tiempo, estaba muy mal situado, y no llego a tiempo de corregir su inexplicable posición. El Rayo le flotó descaradamente durante todo el partido precisamente para que inciara él los ataques: de 6 pases largos, sólo 2 le salieron en condiciones. Ansu entró por Ferran. Sólo el Madrid, en la Liga, le había marcado más de un gol al Barça.

El Barça siguió el partido rendido, sin rebelarse, con un ritmo bajísimo, hasta que en el 83 Lewandowski marcó un gol de rabia, de orgullo, que pareció devolver al Barça a la vida. El polaco motivaba a sus compañeros extraviados, y todos volvieron con él por lo menos a intentar el empate. Faltaba la luz pero volvió el ánimo: tampoco mucho, pero sí el suficiente para que los de Xavi no dieran una imagen tan deplorable. Pero ataques poco brillantes, sin fluidez, fallidos de impotencia, desmintieron la muy tardía reacción de un equipo que en ningún momento deseó la victoria tanto como su rival.

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