El Barça de Flick se echa a perder y el Atlético acaba el año en el liderato

Gran inicio local con jugadas rápidas y brillantes que no encontraban el gol. Nada nuevo en el Barça actual o en el de Xavi, pero de todas maneras era bonito verlo. El viernes Ronald Koeman fue a almorzar al restaurante Tramonti de la Diagonal de Barcelona. A la salida reflexionaba sobre si realmente este Barça había mejorado o sólo estaba en una dinámica positiva. El «es lo que hay» que el holandés dijo tal vez con demasiada crudeza es parecido a lo que se encuentra el entrenador alemán, aunque no lo diga y sea optimista por naturaleza.

Poco a poco los del Cholo fueran encontrando su misión en el partido, su razón de ser y sus posibilidades de no morir arrollados por el entusiasta descorche local. La precipitación era la característica del Barcelona y la resistencia era el signo del Atlético de Madrid. Ataque y gol local pero sin precisión ni precaución defensiva. El Cholo esperaba su momento para morder. Koundé con rastas. Ataca mejor de lo que defiende (cuando tiene ganas).

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El Barça mantenía la energía y la concentración pero estaba poco luminoso en la última línea y los visitantes se defendían sin demasiada angustia. Greizmann parecía salido de la misma peluquería que mi señora aunque decirlo en estos tiempos el raro parezca yo. Los ataques visitantes eran muy mediocres pero cada vez se producían con más asiduidad y el Barça empezaba a enredarse en sus fantasmas. Qué poco le cuesta a este equipo ensimismarse, atascarse en su espejo de tinieblas acumuladas. No estaba lejos del gol, no lo estaba, y la verdad es que el Atlético tampoco presentaba credenciales demasiado claras: lo mejor del Cholo, la precisión y eficacia de los dos centrales, Giménez y Lenglet. Lo peor, mi señora, que corría por la banda cual pollo sin cabeza, como cuando mi esposa de verdad se exalta porque la niña pretende acostarse con el pelo mojado.

A la media hora la genialidad y la suerte se dieron la mano y Pedri inició una fantástica jugada que encontró la complicidad de Gavi, que queriendo girar le regaló una maravillosa asistencia involuntaria para que el canario culminara su carrera y la convirtiera en el primer gol de la noche. Hermosa jugada, y muy afortunada. Pedri es una bailarina sobre un lienzo de pintura abstracta.

El Atlético se hizo con el balón al filo del descanso, y el Barça acusó el cansancio de su ritmo altísimo durante los primeros minutos. Quedaba medio mundo. Y los cambios.

El Barça se plantó en la segunda parte con la precisión de Pedri y la falta de acierto de Fermín y el Atlético insistía en la presión alta y se acercaba a los dominios de Iñaki Peña, con más peligro que en la primera mitad pero sin concretar ninguna ocasión clara. Avisos. Débiles todavía pero avisos.

Se rompió Giménez -majestuoso- y fue sustituido por Witsel, que vio la amarilla nada más salir por un pisotón a Lewandowski mal medido, extemporáneo. El polaco chutó la falta como si justo antes hubiera padecido un insospechado subidón de azúcar.

Raphinha al larguero, magnífico disparo. Witsel rechazó con la nuca un segundo ataque de Lewandowski. Se le resistía el 2 a 0 al Barça y el Atlético no se cansaba de avisar hasta que Rodrigo de Paul acabó empatando gracias a un rechazo de espuelas de Casadó, que se acabó convirtiendo en una fatídica asistencia. Dani Olmo y Ferran entraron por Fermín y Gavi. Al Barça le costaba sentirse cómodo en su dominio y Simeone sabía que si su equipo era paciente, ordenado y se defendía tranquilo, tendría por lo menos una para alcanzar por primera vez la cima. Le Normand entró por mi señora (ayer cerraban tarde las peluquerías en Barcelona), y Sorloth sustituyó a Llorente.

Ferran le entregó a Lewandowsky un medio gol, o más, y el polaco falló el remate más fácil de su carrera. Barrios tuvo la que el Atlético esperaba pero la desbarató -muy bien- Iñaki Peña. No es por malmeter, pero Dani Olmo fue como si no hubiera jugado a nada más que a perseguir sombras. Oblak neutralizó consecutivamente a Raphinha y a Pedri.

Sorloth marcó en el descuento en una contra de manual, le regaló a su técnico la gloria en y al Barça el título oficial de náufrago en sus propios designios.