El Barça empata en Getafe y se le complica la Liga

Pedri en el 9 se inventó una diagonal imposible, como de tiralíneas, para que Koundé -dos goles en dos partidos- insistiera como un delantero centro oportunista, batiera a David Soria y rompiera una sequía de cinco años, cinco. Gritos del público tan poco elegantes como las artimañas de su entrenador.

El Barça conservó el balón tras el gol, pero no la paciencia, y perdió profundidad y desequilibrio. Quería ritmo, velocidad, pero se precipitaba. El Getafe no se inmutó por ir perdiendo y continuó defendiéndose en orden, sin balón, asumiendo un considerable cansancio pero sin demasiado agobio. La precipitación del Barcelona en ataques demasiado rápidos y poco pensados hizo que el partido poco a poco se fuera volviendo aburrido y más parecido a lo que quería Bordalás. La trampa local funcionaba aunque con la sensación de que un segundo gol podía ser una sentencia.

Pero lo que llegó fue todo lo contrario y en el 34 Arambarri castigó la indolencia visitante con el empate. Flick miró al suelo y se sentó en el banquillo. De algún modo sabía que el gol en contra no había sido casualidad. Ni mala suerte. Koundé y Araujo tuvieron el segundo a un centímetro de la línea de gol -y a puerta vacía- pero dramáticamente el balón pasó de largo.

El Getafe, crecido por el empate, animado, presentaba su candidatura para adelantarse y superaba en rigor e intensidad a un rival que se había dejado arrastrar a la zona gris que Bordalás pretendía. El Barça necesitaba subir las revoluciones, forzar al contrario y provocar su error no forzado. Era presumible que en la segunda mitad el Barça tuviera no más de dos o tres ocasiones. Con la desidia de la última media hora era poco probable que consiguiera materializar ninguna.

Tras el descanso Flick cambió a Casadó, mediocre, por De Jong, con la esperanza de tener más control, pero fue el Getafe el que salió en tromba y ganando los dos primeros balones divididos. Lamine Yamal conectaba y desconectaba, lo mismo que Raphinha. Una niebla de todo parecía caer sobre el espíritu del Barça, que sin embargo tuvo pronto la primera de la segunda parte aunque sin final feliz.

En el fango todos nos parecemos, el fango como igualador es único. Es lo que le estaba pasando al Barça pese a que intentaba por todos los medios elevarse. Le costaba. A veces parecía que podía conseguirlo pero al final regresaba a golpes -y no es una metáfora- a la realidad. Poco a poco empezó a terminar jugadas, a provocar córners y el Getafe retrasaba su línea defensiva. El Barça empujaba. Sin dulzura pero empujaba. Sin luz pero buscaba casi a tientas cómo librarse de la telaraña. Flick sentó a Gavi y le dio media hora al inscribidísimo Dani Olmo.

El Getafe paraba el partido con cualquier excusa, exagerando contactos con caídas falsarias y recuperaciones que no tenían ningún sentido. Los cambios se eternizaban.

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Picar piedra sin descanso es lo que empezó a hacer el Barça. Perder tiempo es lo que continuó haciendo el Getafe. Una y otra vez los de Flick lo intentaban, también por dentro, con más precisión, pero con el mismo infortunio. Hasta en sacar los córners el Getafe tardaba, arañando segundos y minutos de aquí y de allí, cualquier cosa menos jugar a fútbol. Qué lento y tedioso pasa el tiempo cuando lo tiras a la basura.

Ferran entró por Lewandowski. De Jong chutó bien pero paró mejor David Soria. Raphinha y Lamine Yamal tuvieron el gol pero no la puntería. Se consumió la vela encendida de Flick y se le complica la Liga. El Barça no mereció ganar pero Bordalás no merece jugar en la misma competición que los equipos que se toman en serio el fútbol.