El Barça brilla, mengua y gana

Qué fácil es jugar a fútbol con la defensa adelantada cuando tienes a Araujo. Este jugador encarna el amor por el Barça. Por la calidad de su trabajo, por el compromiso en todo lo que hace, por la eficacia. Todo lo da en cada jugada: inteligencia, pasión y fuerza. Ni es de la cantera, ni es de Barcelona y probablemente haría lo mismo en cualquier otro equipo. Pero de momento juega en el Barça y por lo que ofrece y por cómo lo ofrece, merece el respeto y el afecto de lo más profundo de la afición azulgrana. Velaba el Barça su Liga sabiendo que cada punto es importante. Con concentración, con seriedad, y por supuesto con sentimiento, pero no dejándose llevar por él sino más bien trabajándolo. Monumental bronca de Xavi a Gavi por no leer bien una jugada y precipitarse con un pase absurdo, cuando en el otro lado había un claro dos contra uno.

En el minuto 17, que es cuando el Barça solía deshincharse tras el despliegue inicial, una jugada de alta precisión, con presión, pensamiento veloz y finura en el toque -sutil asistencia de Lewandowski- acabó con el primer gol de la noche, obra de Pedri, que remató con gran delicadeza, justo lo contrario de lo que su compañero había hecho en la primera que tuvo el equipo. Una letal mezcla de seguridad e inspiración permitía empezar a pensar que por fin elBarça de Xavi está jugando a algo reconocible, estable y fiable. Es cierto que jugar contra Quique Setién es jugar contra la tristeza de una derrota anunciada; y también que el Barça en La Cerámica llevaba sin perder desde 2007, pero si muchas veces le hemos reprochado a este equipo que no sabe hacer lo fácil bien hecho, no es justo quitarle el mérito cuando empieza a hacerlo.

Magnífica primera parte de De Jong: le puso un poco antes de la media hora una dulcísima asistencia a Lewandoski, que pese a realizar un buen control orientado falló otra vez en el remate. En los momentos en que el Villarreal merodeaba el área de Ter Stegen, la defensa se empleaba con contundencia pero sin correr riesgos. Pedri al primer toque activaba la profundidad del toque, en armoniosa asociación con Lewandowski. Raphinha no afinaba. Morales tuvo el empate pero incomprensiblemente chutó a la nubes.

El Barça se replegaba con autoridad pero no remataba un partido del que el Villarreal no se borraba. Coquelin se hizo daño, y dio la impresión de ser grave. Le sustituyó Chukwueze. La interrupción enfrió el partido y en los siguientes minutos no pasó gran cosa. El Barça no se deshilachaba del todo pero jugaba con fuego. Se le removió el partido a Xavi, claramente beneficiado por la falta de pericia local, y el pesimismo que siempre da que Quique Setién sea tu técnico. Morales volvió a perdonar al filo del descanso: Pedri se siente tan seguro que arriesga demasiado en algunos pases comprometidos.

El Barça volvió del descanso a esperar al rival, con el desdén implícito de creer que no era capaz de hacer gran cosa. Se iban acomodando los jugadores de Xavi, sin el nervio de la primera parte, sin la necesidad de controlar el partido, defendiéndose por inercia, perdiendo balones por falta de atención y de finura, y de ese compromiso emocionante que había marcado el sino de los primeros 45 minutos. En el 60, Araujo salvó el empate: era el único jugador que permanecía en sus mejores estándares. El Barça tomaba demasiados riesgos en una segunda parte muy mal planteada. Raphinha, preocupantemente mal, volvió a desperdiciar una jugada de alta precisión y Araujo continuaba con su recital de fortaleza y dedicación. Realmente impresionante. Koundé y Christensen también rindieron en alta fidelidad.

Brilló, menguó y ganó el Barça, pero con demasiados apuros para cuando vengan partidos más serios