El Atlético le da la puntilla al Madrid

Ningún aficionado merengue veía en el Atlético un equipo antipático. Les hacía gracia su antimadridismo perpetuo y, en ocasiones, fuera de lugar, como cuando un amigo divorciado te cuenta sus citas de Tinder. Te ríes, ironizas y le vacilas con la situación, y acabas abriéndole la puerta del bar para celebrar la vida. Mi amigo Jorge Bailón, que estudió derecho a los pies de la Alhambra, ejerce de funcionario en Cádiz y es tan madridista como Amancio, que en paz descanse, vivió la cruel eliminación de Champions del Atlético tras una brillante eliminatoria ante el Ajax (1997), con el mismo drama que cuando al Madrid le apeó de la UEFA un tal Odense, un equipo danés que vino a tomarse fotografías al Bernabéu y acabó poniendo colorado al equipo de Valdano.

Este relato se me cayó, con todo el equipo, al poco tiempo de pisar Madrid. Aquí, el Barca también era y es el máximo rival, pero no en todas las franjas de edad. Hay un buen número de hinchas blancos, con su consecuente traspaso de costumbres a sus descendientes, que crecieron en una época en la que el club azulgrana era un paria y el Madrid competía los títulos contra Athletic, Real Sociedad y, sobre todo, el Atlético. Además, el componente de vivir en la misma ciudad calentaba el debate y la rivalidad en cada estación de metro o en cada puesto de castañas. Lejos de acercar posturas y bajar revoluciones, el enfrentamiento ha cogido bríos nuevos tras la llegada de Simeone. Cuando pruebas el solomillo de buey, ya te cuesta masticar la pechuga de pollo.

En esas están. El aficionado del Real Madrid estuvo más de una década en búsqueda de un rival digno para derbi decente, y lo encontró con la figura del Cholo entrenador. Y con la de Koke, ese jugador que da por buena una amonestación que pare el partido y restablezca el once contra once. Reinildo, lastimado en un feo giro de su rodilla derecha, llevaba dos minutos tirado en el suelo y se fue al vestuario en el 21. Antes y después, anodina primera mitad. Solo Gil Manzano quería bailar. Tres cartulinas para cinco faltas. Estaba de oferta el kilo de amarillas.

Asensio fue la novedad de Ancelotti en el once. En el minuto 8 probó los guantes de Oblak. Parada con dudas, pero sin consecuencias. Estuvo activo el balear. La tuvo también cerca del descanso, en un contragolpe lanzado por Vinicius, pero pecó de chupón y la mandó al segundo anfiteatro. Benzema, inocuo, y en clara posición de gol, mostraba su descontento. Asensio le miró de refilón, por si acaso.

Lo más potable de unos cuarenta y cinco minutos primeros tan fríos como la gélida tarde-noche del Bernabéu, estuvo en las botas de Ceballos y Vinicius. El utrerano dejó un espléndido pase al espacio de cuarenta metros hacia Vinicius, abortado por Savic en el uno contra uno frente al brasileño. El propio Vini pudo repetir el golazo de Anfield. Entre tres rivales, en el vértice del área, se cosió la pelota al pie derecho y ajustó la mirilla. Su disparo cogió vuelo hacia la escuadra de Oblak, pero Hermoso, manos a la espalda para evitar tonterías, repelió el disparo con la cabeza. Por potencia y colocación, no hubiera tenido respuesta del guardameta esloveno.

Como no la tuvo Courtois al cabezazo de Giménez, que silenció el Bernabéu en el 78. 470 minutos después, el Atlético marcaba por fin en Liga en el feudo blanco. Tenía doble mérito. Llevaba ya un cuarto de hora con un jugador menos por la roja directa a Correa, que lanzó el codo al pecho de Rudiger sin necesidad ninguna. Simeone pedía explicaciones argumentando la diferencia de tamaño. Ese fue, justo, el error del argentino.

El Madrid no supo leer la ventaja numérica. El cansancio de Anfield, más mental que físico, era el jugador menos de los blancos. Sin ideas, encontró en un saque de esquina de Modric el empate, gracias al testarazo de Álvaro Rodríguez, que debutó a lo grande en el Bernabéu. Insuficiente punto. El Madrid ya ha gastado todos los comodines en enero. Ganar esta Liga tendría más mérito que la Champions del pasado año. Sonrisas en el Atlético, que le dan la puntilla a su enemigo favorito. Van a ser interesantes las tertulias de esta semana entre Cibeles y Neptuno. Rivalidad capitalina.