Arabia ya no divide al fútbol: sin problemas por las libertades sociales o los derechos de la mujer

Arabia ha reclutado a Cristiano Ronaldo como buque insignia de su proyecto futbolero a base de romper el mercado. Quiere a Messi en una reedición de la rivalidad que ha transformado el fútbol. Y pretende captar a grandes apellidos que inician el declive por la ladera de la edad y han sido protagonistas en la última década, Kanté, Sergio Ramos, Busquets, Lloris, Jordi Alba...

El hombre fuerte del régimen saudí, el príncipe heredero Mohamed bin Salman, acaba de anunciar un plan de privatización del deporte por el cual los principales clubes del país podrán pasar a manos del capital privado antes de final de año.

El objetivo más ambicioso del plan es el campeonato de fútbol Saudi ProLeague, la liga profesional que se espera que alcance unos ingresos de 2.100 millones antes de 2030. El reino saudí quiere situar a su liga entre las 10 mejores del mundo a base de petrodólares.

El plan se alinea con las ambiciones de los deportes saudíes en el marco de la Visión 2030, al permitir que el sector privado contribuya al crecimiento de la industria. 2030 es una fecha clave en el proceso de presunta apertura internacional de Arabia Saudí. Pretende organizar el Mundial de fútbol, al estilo de lo que fue el campeonato en Qatar, en unión con dos países, Egipto y Grecia, lo que supondría el primer Mundial que se disputaría en tres continentes.

Sería esta la cuarta opción que debería considerar la FIFA para designar la organización del Mundial 2030, en el 74 congreso durante 2024. Ya se han postulado como aspirantes España y Portugal por la UEFA, Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile por la Comebol, y Marruecos por la CAF.

La idea de Arabia Saudí al promover esa privatización del deporte se sustenta en tres pilares: fomentar oportunidades de inversión y un entorno atractivo en el sector del deporte; impulsar el profesionalismo, la gobernanza y la sostenibilidad financiera en los clubes deportivos; y mejorar la competitividad y la infraestructura de los clubes.

Según recoge la acción publicitaria del régimen saudí, la participación de la población local en el deporte ha aumentado del 13 por ciento en 2015 al 50 por ciento en 2022 y el número de federaciones deportivas se ha incrementado de 32 en 2015 a 95 en 2022.

La propaganda advierte que más del 80 por ciento de la población saudí juega, asiste a los estadios o sigue el fútbol. El deporte nacional, la Saudi Pro League, acoge ya a jugadores de 40 países diferentes y ha incrementado la afluencia en un 150 por ciento el año pasado.

Según un informe elaborado por 'The Guardian', el reino de Arabia ha invertido ya más de mil millones de euros en el denominado 'sportwashing', es decir el lavado de imagen y de reputación que viene realizando el país a través de sus empresas vinculadas al deporte.

Las últimas cuatro ediciones de la Supercopa de España de fútbol se celebraron en Yeda. Y la decisión de trasladar una competición nacional a suelo árabe tuvo una contestación muy crítica. Por un lado, los aficionados de los equipos no podían viajar al país y, sobre todo, se censuraba la elección por la ausencia de democracia y la situación de los derechos humanos en Arabia Saudí, especialmente los del colectivo LGTBi y, sobre todo, los de las mujeres.

La Federación proclamó entonces en su defensa que la Supercopa era una «oportunidad para cambiar las cosas». Una de las reformas más celebradas y promocionadas en los últimos tiempos en la nación árabe fue el levantamiento de la prohibición de conducir a las mujeres, ley antediluviana del régimen ultraconservador que llenó las redes sociales de una corriente de empatía.

Sin embargo, en su informe anual la organización internacional Human Rights Watch desveló que «las autoridades sauditas intensificaron sus arrestos arbitrarios, juicios sumarios y condenas de disidentes pacíficos y activistas, incluida una represión coordinada a gran escala contra el movimiento por los derechos de las mujeres».

Según una información publicada por la BBC el pasado febrero, Arabia Saudí ha aplicado la pena de muerte a presos sin avisar con antelación a sus familias, según declararon parientes de algunos de los condenados a la pena capital. La tasa de ejecuciones en el país casi se ha duplicado desde 2015, según reveló un nuevo informe. Ese año el rey Salman y su hijo Mohammed bin Salman asumieron el poder.

Además de una carrera de Fórmula 1 (50 millones), el Dakar, el patrocinio del equipo de Fernando Alonso (Aramco), el calendario LIV Golf que ahora se ha fusionado con la PGA, el club Al Nassr le paga 16 millones al mes a Cristiano Ronaldo, el Al-Hilal le ofrece a Messi 600 millones por dos años, el Al Ittihad reclutará a Benzema por 200 millones anuales.

Una locura de cifras, más millones para los más millonarios, que ha desmantelado la visión internacional de un país con severas restricciones democráticas y que tenía guardados en un cajón a las mujeres, los disidentes y los homosexuales.