FÚTBOL

La historia detrás de la llegada al Atleti del pack Raspadori-Ruggeri

Vieri estrenó en 1997 un mercado que no le ha funcionado muy bien hasta ahora a los rojiblancos

La Liga ya tenía sus estrellas: vuelve la competición con pocos cambios de cromos

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Raspadori y Ruggeri en su presentación con el Atlético de Madrid ATM

«No hago entrevistas. El representante de Ruggeri es Manuel Montipò. Yo no lo soy». Así de contundente se mostró con el diario ABC Tullio Tinti, agente de Giacomo Raspadori y líder absoluto de TMP Soccer, una empresa de consultoría deportiva –con sede ... en Brescia– formada por él y otros dos socios: Fausto Pari (ex jugador del Inter, Sampdoria o Nápoles) y el propio Montipò, ex futbolista del Módena y Sassuolo, actualmente Licenciado en Derecho. Ese es el arquitrabe que sostiene y ha hecho posible la extraña llegada a Madrid de los dos internacionales italianos.

Aunque por ahora no han mostrado repertorio que justifique la repentina mirada a ese mercado, Fabio Capello, quien atendió a este periódico, pone la mano en el fuego por ambos: «Raspadori tiene gol. Va bien con las dos piernas. Es serio, atento, un verdadero profesional. Sabe moverse bien con habilidad y agilidad partiendo siempre de atrás. Ruggeri, por su parte, dispone de importantes dotes defensivas, y a buen seguro será útil para el técnico argentino. Un pleno acierto con ambos».

Ellos han sido los últimos de una lista 'azzurra' que abrió Christian Vieri allá por 1997. Un fichaje de lujo –aunque efímero– en el que precisamente Tullio Tinti (también exfutbolista del Bolonia o Foggia) tuvo un rol secundario. El de viejo zorro moviéndose con soltura y garbo en caudalosas arenas movedizas.

Todo tuvo lugar la temporada 1996-97, cuando el goleador del Atalanta –un jovencísimo Pippo Inzaghi– lo tenía hecho con el Atlético de Madrid. «Me ofrecían la luna, pero preferí quedarme en casa con la familia, en Piacenza. Rechacé a los españoles», llegó a reconocer hace lustros en una entrevista. Su representante era Tullio Tinti, quién finalmente se lo llevó a las hordas de Luciano Moggi en la Juventus, liberando esta por un año a un Vieri que recalaría poco después en el Manzanares. El resto es historia.

Así se forjó uno de los primeros capítulos del calciomercato moderno, protagonizado por este agente –de casi setenta años– que teje acuerdos desde 1991. De hecho, por su escudería han pasado nombres como Luca Toni, Pirlo, los hermanos Inzaghi o Alejandro Bastoni, estrella del Inter y la Nazionale. También Raspadori (traspasado por 25 millones) y Matteo Ruggeri (18 kilos), los últimos de una lista Atlético-italiana que comenzó bien antes de Carlos Bucero o Andrea Berta al frente de la dirección deportiva eneral rojiblanca.

Y es que, tras Bobo, arribaron Torrisi, Michele Serena, Giorgio Venturin, Abbiati, Albertini, Thiago Motta o Alessio Cerci (ya con Simeone en el banco). También hubo intentos fallidos por Nicolò Barella (lo pidió Simeone cuando estaba en Cagliari) o Simone Scuffet, actual portero del Pisa. O incluso por algunos extranjeros que militaban precisamente entonces en el Calcio, como Adem Ljajic, un talento frágil que vistió los colores de la Roma o el Inter.

Sí lo hicieron, sin embargo, Musso, Nahuel Molina, Rodrigo de Paul e incluso suena con fuerza Nico González (Juventus), hechos más que suficientes para ratificar la simbiosis, el magnetismo que siempre tuvo el club rojiblanco, especialmente con el Cholo al frente, con las cadenas del fútbol italiano, anquilosado y en plena crisis de identidad. Un lunar, una zozobra perenne representada en la selección, que ahora quiere cortar la hemorragia con Gattuso. Esa es su prueba más fehaciente. La metástasis que carcomió el fútbol comenzando por el poco cuidado de la cantera, envuelta en fórmulas matemáticas, pero sin balón y sin sonrisa. En las antípodas queda ya la espontaneidad de Baggio, Totti o Del Piero, curtida en los campos de tierra de las parroquias.

¿Fichajes necesarios?

Pese a la opinión de Capello, aún un es pronto para establecer juicios con celeridad. Las situaciones, los fichajes, la vida misma, en ocasiones suele ser demasiado barroca como para categorizar deprisa. Una cosa es cierta. Tanto Raspadori como Ruggeri han levantado ligeras suspicacias sobre si tienen calidad o no para jugar en un equipo que compite por la Liga y la Champions League. «Raspadori es bueno e internacional con Italia. Tiene talento. ¿Por qué no se entiende el fichaje? ¿Altas comisiones detrás u otros intereses extradeportivos? No me resultan. El jugador iba a cobrar casi cuatro millones netos este año, y lo curioso es que no iba a gozar de espacio (especialmente con Neres, De Bruyne o Lorenzo Lucca). Conte no quiere jugadores descontentos, y a la entidad le venía bien hacer caja. Puede explotar con Simeone, claro que sí», explica Dario Sarnataro, periodista napolitano de 'Il Mattino y Radio Marte'.

De 25 años, Raspadori está dotado de un gran tren inferior. Llega a la capital para hacer las veces de Ángel Correa. Aunque se trata de un futbolista diferente que, quizás, tenga menos pegada, puede actuar en varias posiciones de ataque: ala izquierda en el 4-3-3 y punta en el 3-5-2, esquema clave en el que ha brillado la última parte de la temporada –junto a Lukaku y ya sin Kvara– incidiendo de forma decisiva –con goles, inteligente movilidad y asistencias– en su segundo 'scudetto' con el Nápoles en tres años. No brilló tanto en el primero con Spalletti, curiosamente el seleccionador que convocó hace meses a Matteo Ruggeri (23 primaveras) para jugar con Italia. «Cumplo un sueño», llegó a pronunciar en rueda de prensa el nuevo lateral izquierdo rojiblanco, otrora clave en un Atalanta de autor liderado por Gasperini, que alcanzó el clímax logrando la Europa League contra el Leverkusen hace dos ediciones. Sí, con Lookman (otro sondeado por el Atlético) en punta de lanza y el enorme recorrido, la zancada y envergadura del zurdo italiano, capaz de ejercer como carrilero en ataque dejando atrás la defensa de tres o de ser propio un lateral a la antigua usanza en una retaguardia de cinco, junto a Kolasinac, Hien, Djimsiti y Zappacosta, su némesis en la derecha bergamasca. En definitiva, una navaja suiza que puede aportar mucho al conjunto que presiden Cerezo y Gil Marín.

Ambos llegan bien tutelados bajo la égida del capo Tullio Tinti, aún a pie de campo con un universo creado para negociar traspasos, asesorar, ofrecer amplia asistencia de todo tipo a sus representados (contratos, búsqueda de sponsor, seguros ante lesiones o apoyo legal y fiscal). Es premeditado aún para ver si hay un lado obtuso, un rincón oscuro en esta doble maniobra. Si trasciende o no lo estrictamente deportivo. También si rendirán en el césped como se espera de ellos. Si se moverán más en el repertorio cromático de Vieri o pasarán a la historia como capítulos sin título ni ínfulas divinas, protagonizados por Cerci, Venturin o Torrisi.

Raspadori y Ruggeri no son súper estrellas, cierto, pero Simeone, que no pasa por su mejor momento, alguna vez fue un experto en valorizar a alguno de sus futbolistas. Italianos, no. De hecho, Cerci fue a mucho menos.

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