Champions | Semifinal
El Villarreal exige lo mejor del Liverpool
Soñó con la final de la Champions en una primera parte de fábula y con dos goles. Soberbia reacción de los ingleses, intensos y veloces en la remontada ante un Rulli desastroso
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Crónica
El Villarreal exigió la presencia del mejor Liverpool para despedirse de su sueño y de la final de la Champions. Un inicio espectacular, contagioso y efervescente y una continuación de cine del equipo inglés, que pasó el rodillo, demostró su categoría de campeón y cogió ... un billete para París.
El fútbol siempre tuvo ese componente irracional que impide reglas fijas, uniformes y preestablecidas. Siempre hay una oportunidad mejor, siempre hay un camino por explorar, una ilusión para conquistar. Ese estigma descabellado, puro disparate, lo lleva impregnado este deporte desde siempre. Era irrazonable pensar en el Villarreal como gobernador de una semifinal ante el Liverpool con desventaja de 2-0 después de haber eliminado a la Juventus y al Bayern Múnich. Era del género inverosímil confiar en una remontada consumada en el minuto 45, Klopp y Emery en estampida hacia el descanso, pero por motivos diferentes. Emery, enardecido, embriagado y eufórico después de la exhibición de su equipo en el primer acto. Klopp, compungido, desolado y casi noqueado por el irreconocible Liverpool en La Cerámica.
Hasta ese panorama próximo al paroxismo condujo el fútbol al Villarreal y a su gente, a su pueblo de 55.000 habitantes, a un club modélico que nada tiene que ver con un milagro, sino con la gestión de las cosas bien hechas. Se mezcló todo en un cóctel demoledor para el Liverpool, que no daba crédito a lo que estaba viviendo después de haber descargado una tempestad sobre las espaldas amarillas en Anfield y sellar un resultado escaso de todo punto.
Emery consiguió otra actitud de su gente, otra manera de afrontar el miedo o la eliminación. Veinte metros más adelante todo el mundo, la defensa que vivió colgada de su larguero en Inglaterra, el centro del campo que no había acertado a dar dos pases, los dos delanteros que no la olieron... Riesgo y capacidad de asombrar a través del instinto y la valentía .
Eso y una cierta dosis de fe combinada el azar. El fútbol se decide a veces por un centímetro o un rechace favorable. Fue el centro de Estupiñán, la barrida de Capoue creyente en el envío y el gol de Dia a puerta vacía. Un impactante 1-0 en el minuto 3 que descongestionaba la semifinal y abría una puerta a la imaginación a la grada amarilla. El Villarreal se grapó a ese gol y a esa confianza en su naturaleza: el buen juego, la tenencia de la pelota , la rápida penetración por las bandas y la claridad en las jugadas de Gerard Moreno, quien aun renqueante, mejora todo lo que toca en este equipo.
De un plumazo, la jerarquía del Liverpool desapareció. Su facilidad para encontrar pases certeros, su imponente presión tras pérdida que le permite robar cerca del portero adversario, su robusta corpulencia para ganar duelos y esa velocidad de sus atacantes para acudir al espacio antes que el enemigo. El gol desactivó a un grupo con vitola de campeón de Europa. Klopp empezó a consultar con sus asistentes, devastado por lo que veía, su equipo perdiendo balones, sin confianza, sin profundidad y, lo más importante, sin capturar el balón en los duelos.
Todo lo que el Villarreal podía hacer bien, lo hizo. La anticipación de los defensas, encabezados por un Albiol sin fecha de caducidad, el solvente Foyth y un Estupiñán desinhibido en ataque. La conducción por el centro fue fluida y rápida, con Parejo y Capoue superiores a sus homólogos centrales, donde Thiago naufragó en la primera mitad. El acordeón amarillo se posicionó de continuo en el área inglesa (pudo pitar penalti el árbitro por derribo de Alisson a Lo Celso) y el gol llegó en otro acto de convicción. La pelea de Capoue por una pelota que parecía no tener futuro y la llegada desde atrás de Coquelin ante la estatua de otro paralizado, Alexander-Arnold. Un 2-0 para volar.
El planeo se terminó de raíz, tajante, sin contemplaciones, en el segundo periodo. El Liverpool compareció en plenitud, grupo superlativo, indiscutible, demoledor. Todo el vacío de la primera parte se transformó en contundencia, holgura, velocidad, presión y gol . Una delicia sentir el paso de este equipo tan apasionado y delirante, aunque ayer lo pagase un Villarreal intenso que soñó durante 45 minutos y luego tuvo que dimitir por obligación.
Lo empujó al cuneta el mejor Liverpool, la tropa que avasalla sin remedio cuando sus piezas se engrasan. Sucedió como por ensalmo después de un tramo inicial lamentable. Volaron los laterales, apareció Salah con su regate de paso corto , asomó la calidad intermitente de Thiago, compareció Mané, ganó todo por alto Van Dijk. Y, sobre todo, la decisión de Klopp: dio entrada a Luis Díaz, un tormento para Foyth.
Los goles del Liverpool comenzaron a caer a medida que Rulli mostró sus miserias: el tiro de Fabinho esquinado por debajo de sus piernas; el cabezazo de Luis Díaz también en túnel al portero; el tanto de Mané ante la salida alocada del argentino. Un desastre individual que colaboró en lo inevitable: el Liverpool está en la final de la Champions.
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