Tebas recurre a la Generalitat para presionar al Barcelona

El Barcelona y Messi son lo más aparatoso y sin embargo lo menos importante que está sucediendo en este momento en el fútbol español. Las lágrimas del astro argentino el día de su despedida, que habrían sido más creíbles si no tuvieran un precio muy concreto en millones de euros, son la primera consecuencia de la guerra por el poder y el dinero del negocio del fútbol entre el máximo dirigente de LaLiga y el presidente del Madrid, Florentino Pérez.

Lo sustancial de la marcha de Messi no es que se vaya sino que el Barcelona no va firmar el acuerdo de LaLiga con CVC, que es a lo que Laporta se había comprometido a hacer con Tebas en la cena que ambos compartieron el pasado 14 de julio en el ático que el presidente del Barça tiene en la avenida Diagonal de Barcelona. Laporta se decanta por la Superliga, consciente de que el Barça necesita mejorar sustancialmente sus ingresos si quiere continuar en la primera línea de la competición europea y mundial.

La falta de ingresos y la deuda –probablemente criminal, como se verá en los próximos meses– que dejó en herencia Josep Maria Bartomeu, le están amargando la segunda etapa como presidente, inicialmente plácida, a Joan Laporta. La oposición del CEO del club, Ferran Reverter, a la renovación de Messi, no ha sido la única en la junta directiva del Barça. Los directivos que han avalado con su patrimonio empiezan a estar asustados con las deudas de la entidad y ven como una posibilidad real acabar perdiendo su patrimonio. La mayoría de ellos le exigieron a su presidente que no comprometiera todavía más la economía del club con un jugador que está al final de su carrera deportiva y que tiene un precio muy superior a su valor.

Laporta, sin dinero para fichar –ni siquiera se pudo permitir despedir a Ronald Koeman, tal como quería tras el calamitoso final de temporada del equipo–, con una deuda monstruosa y sus directivos entrados en pánico, ganó las elecciones prometiendo que arreglaría lo de Messi con un asado y pasará a la historia como el presidente que finalmente no le quiso renovar. Convencido por Florentino Pérez de que con el proyecto de la Superliga podrá obtener mayores ingresos y beneficios, el dirigente barcelonista está dispuesto al «todo o nada» de rechazar el seguro aunque modesto salvavidas que Tebas le ofrece con CVC, a pesar de encontrarse en una situación límite.

Sin estar en sus planes, sin quererlo, y sin que se le pueda culpar de ello, Joan Laporta, que tuvo un primer mandato feliz, emocionante, exitoso, y en que todo o casi todo fueron buenas noticias para él, para el Barcelona y para una determinada manera de entender el fútbol y la vida, puede convertirse también en el presidente que, además de haber echado a Messi, venda el club porque su viabilidad tal y como hoy lo conocemos sea imposible.

Toda esta angustia es la que Tebas tratará de dramatizar aún más, si cabe, a través de su emisario, para que la Generalitat se posicione en favor del alivio económico inmediato que LaLiga ofrece, dejando caer que, si el Barça no cumple con los requisitos económicos, su participación en las grandes competiciones podría estar comprometida, llegando al extremo de perder la categoría. Siendo cierta la gravedad financiera del club, no lo es menos que la motivación del presidente de LaLiga es mantener su modelo de negocio y arrinconar a su mayor enemigo, Florentino Pérez, y a su proyecto de la Superliga, que significaría la superación del actual modelo de competición español, basado en el equilibrio entre clubes grandes y pequeños. De hecho, tanto Javier Tebas como el presidente de la UEFA, Aleksander Ceferin, ganan las elecciones en sus respectivos estamentos gracias al voto de los clubes pequeños cuya supervivencia se explica sólo por este régimen distributivo.