Opinión
Los socios del Barça deciden vender el club
Cuando masivamente validaron en referendo la construcción del nuevo Espai Barça, lo que estaban haciendo era entregarle el club a Goldman Sachs
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Iniciar sesiónEl presidente del Barcelona obtuvo el domingo su primer título, y el más importante, y el que más va a pesar en su segundo mandato. Con la estulticia que le caracteriza, sobre todo cuando vota, al socio del Barça, no se dio cuenta, cuando masivamente ... validó en referendo la construcción del nuevo Espai Barça, de que lo que de hecho estaba haciendo era venderle el club a Goldman Sachs. Si Joan Laporta y su junta tuvieron especial interés en recalcar que construir el nuevo estadio era una decisión soberana de los socios, y así convocaron la consulta a pesar de que la asamblea de compromisarios ya había aprobado el proyecto, fue precisamente para poder ponerles ante el espejo cuando la deuda sea imposible de devolver –de hecho ya lo es desde hace tiempo, aunque todavía no se haya ‘escenificado’– y recordarles que ellos eligieron su destino.
Con los por lo menos 1.500 millones que el Barça va a tomar prestados de Goldman, más los aproximadamente 500 que está negociando con CVC para reforzar al equipo para la próxima temporada, y por los que alguien –Goldman– tendrá que responder cuando el Barça no pueda devolverlos, el club le va a deber 2.500 millones de euros a la banca de inversión judía (anteriormente le debía ya 500) de los 4.300 en que está valorado. Por si quedara alguna duda del cerco de Goldman Sachs al fútbol español en general, y que se concreta en su interés por quedarse el Barcelona, es significativo saber que aporta 1.000 de los 1.900 millones de euros que sustentan el acuerdo que Javier Tebas promueve con CVC. Todo es como un carruselito sin demasiadas alternativas. Pero aunque sólo sea moralmente, el Espai Barça es la gran estacada al famoso ‘més que un club’, porque probablemente este referendo ha sido lo último que van a votar los socios del Barça.
Es verdad que un nuevo estadio resulta imprescindible. Es verdad también que Joan Laporta heredó un club en una situación financiera imposible y destruido deportivamente. Pero también es cierto que hay una operación en marcha de venta del club, de acabar de llevar a los socios al fondo del callejón sin salida en el que ellos mismos se adentraron votando a Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu como presidentes. Y en este callejón sin salida tendrán que decidir, como propietarios que aún son de la entidad, si pagan en derrama lo que se debe o si ceden su propiedad a quien amablemente les prestó y ahora quiere cobrar. No hace falta esperar a que respondan. Un grupo de socios con recursos se ofreció para financiar parte de la deuda, pero lo hizo con tal desgana que el presidente no tuvo ni que tomarse el trabajo de disimular que no tenía ningún interés en explorar tal posibilidad. Por lo que refiere al socio común y mayoritario, además de poco inteligente y pobre, es profundamente mezquino y nunca ha mostrado ninguna generosidad con el club al que tanto dice amar.
Una vez más ha quedado claro, en este caso a pequeña escala y siguiendo un procedimiento perfectamente legal, hasta qué punto los referendos pervierten la democracia y son herramientas que usan los que quieren imponer su voluntad valiéndose de la ceguera de la masa. No hay mejor coartada que un referendo para un tirano. Joan Laporta no es ningún tirano, pero mientras le pedía a sus socios que votaran en favor del nuevo estadio en realidad les estaba haciendo firmar el acta de renuncia a su propiedad. La pirueta es, por decir lo menos, remarcable.
Ferran Reverter, CEO del club, hace tiempo que trabaja en distintas fórmulas, todas ellas inspiradas en el modelo del Bayern de Múnich, cuya propiedad es el 75% de los socios y el 25% de marcas comerciales e inversores. El Barça está demasiado endeudado para mantener este porcentaje, y Reverter trabaja en un 60-40 para endulzar la medicina de entrada, haciéndoles creer a los socios que mantienen el control del club, pero sabiendo que ni siquiera a largo plazo, sino más temprano que tarde, los que van a continuar pagando van a querer –como así tiene que ser, y así es en todas partes– controlar las decisiones que con su dinero se tomen y capitalizar las ganancias.
De este modo, la plena propiedad de los socios pasará en una primera fase a ser fraccionada y, en la segunda tajada, reducida a mero simbolismo. Es la mejor noticia para el Barça que su destino deje de estar en manos de las pocas luces de sus actuales propietarios. Es un alivio. Pero no es una casualidad. Hay un camino trazado, un camino claro, y Jan está siguiendo todos y cada uno de los pasos. Ni los socios ricos ni los socios pobres han defendido lo suyo con agallas, de modo que perderlo es lo que exactamente merecen.
A partir de aquí, Laporta no tardará más de uno o dos años en plantear la primera disyuntiva: o compartimos la propiedad, o pagamos la derrama. Probablemente someta la decisión a referendo, como siempre que quieres que los demás te den algo sin que se enteren.
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