La prioridad no es Dembélé

Los servicios médicos del Barcelona estiman que el delantero estará en condiciones de volver a jugar dentro de dos o tres semanas, y la idea es no forzar los tiempos para evitar recaídas.

Laporta está convencido de que esta renovación se acabará produciendo, como se ha acabado renovando a Ansu Fati –hasta 2027 y con una cláusula de 1.000 millones– y recuerda que también cuando la joven estrella estuvo lesionada se dijo que tardaba en regresar a los terrenos de juego como medida del club para forzar su renovación. Tanto en su caso como el de Dembélé, el club no entiende por qué motivo algunos medios se inventan y publican bulos que son completamente falsos.

El presidente incluso habló un momento con el jugador en el entrenamiento del pasado sábado, para interesarse por su recuperación y saber cómo se encuentra. No sólo no existe ningún problema sino que la relación entre ambos es cordial y afectuosa. A pesar de ello, y del optimismo del club, la renovación no está aún cerrada, pero su reincorporación al equipo no dependerá en absoluto de los despachos sino de su mejoría física.

En cualquier caso, la prioridad hoy del club no es ni siquiera el clásico, en una temporada que se da por perdida. Laporta necesita imperiosamente que hoy, cuando la asamblea de compromisarios se reanude, quede aprobado el presupuesto de 1.500 millones de euros para la construcción del Espai Barça, que incluirá una profunda renovación del Camp Nou. El presidente quiere que este presupuesto sea también aprobado en referendo por el conjunto de los socios. Además de la carga simbólica que para un independentista como Jan tiene el organizar un referendo, no es inocente ni neutro el hecho de ‘responsabilizar’ al socio de este dinero que gozosamente prestará la banca judía de inversión Goldman Sachs. Laporta sabe que entre los 500 que ya le debemos a Goldman, los 1.500 que vamos a añadir, y el encarecimiento de este tipo de obras, que cubrirá el mismo inversor, se acumulará una deuda que el club sólo podrá devolver cediendo parte de su propiedad.

Cuando esta realidad se imponga, el referendo le servirá a Laporta para recordar que fueron los propios socios, y no él en una decisión aislada o irresponsable, quienes votaron el endeudamiento. Lo mejor de la democracia, y muy especialmente de la democracia directa, es cuando te la meten de vuelta y doblada. En este sentido, el presidente está también muy pendiente de que la asamblea apruebe el cambio de dos puntos de los estatutos: el que anula temporalmente los efectos del artículo 67, que obliga a dimitir a una junta que presenta pérdidas durante dos temporadas seguidas; y el que regula la federación de peñas, un contrapoder casposo, corrosivo y corrupto dentro del propio club y que Laporta quiere –con toda la razón, y ya veremos qué fortuna– cargarse para siempre.